Un poco sobre el adultocentrismo, la meritocracia y el privilegio de la educación como excusa para condicionar nuestros derechos humanos

Por: Edie Galván Villarreal (México)

Llevo aproximadamente nueve de mis veintiún años en esta cosa llamada vida leyendo, investigando, y nutriéndome de “bases sólidas” para combatir la ignorancia respecto a mi existencia, para luchar contra el odio hacia mi persona con “educación”. Hasta la fecha, sigo intentando no recurrir a palabras altisonantes y usar un lenguaje más académico para que “se me tome en serio”, olvidando casi por completo que el acceso a tecnicismos y a la educación es un privilegio con el que muchxs no cuentan.

Llevo años luchando por ser una persona exitosa para complacer a otrxs, para que vean que las personas trans pueden ser como los demás, para que vean que también podemos hacer mucho dinero o ser científicos o cualquiera que sea el cliché del éxito según la temporada. Años tratando de comportarme con “madurez”, sin actuar de acorde a mi edad, y más bien tratando de entrar en ese estatus de “adulto serio y gris” que se espera en los círculos diplomáticos que pretenden querer validar nuestras existencias como disidencias sexogenéricas.

Llevo años luchando por ser una persona exitosa para complacer a otrxs, para que vean que las personas trans pueden ser como los demás, para que vean que también podemos hacer mucho dinero o ser científicos o cualquiera que sea el cliché del éxito según la temporada.

Llevo años tratando de ser como esas personas con inteligencia lógico matemática desarrollada al cien por ciento, en vez de prestar atención a los otros tipos de inteligencia que naturalmente poseo, porque para nuestra sociedad, ser bueno en matemáticas parece ser un sinónimo de tener el éxito en la mano. Porque “alguien con doctorado e ingeniería está más letrado que alguien con licenciatura en artes o ciencias sociales”. Y porque para ser respetado necesitas éxito. Porque tu valor humano se mide sobre eso.

Casi escogí la carrera de psicología por sobre la carrera de artes, no por mí, pero sí porque quería demostrarles con “pruebas tangibles” a todos esos homófobos transfóbicos que merezco respeto, casi regreso a mi tono natural de cabello y me retiro todas mis perforaciones corporales para demostrarles que soy tan “normal” como ellos, casi dejo de usar la ropa que me gusta para vestirme de manera “formal”, “respetable” y que se tomaran en cuenta mis argumentos, así fueran perfectamente válidos desde un inicio. Casi dejo de ser yo para ser aceptadx por los demás.

Normal es un concepto muy nocivo y me di cuenta de esto a los doce años. Normal es un concepto preestablecido y dictado por personas en situación de poder, poder concedido gracias a una cultura machista, adultocentrista y basada en la hegemonía heterocis.

Normal es un concepto muy nocivo y me di cuenta de esto a los doce años. Normal es un concepto preestablecido y dictado por personas en situación de poder…

A los trece me di cuenta que la solución nunca fue cambiar mi persona y hasta la fecha sigo intentando que me entre en la cabeza por completo, porque el que te odia no va a dejar de hacerlo así le muestres tu tesis, no va a dejar de hacerlo aunque te veas como él, no va a dejar de hacerlo por más doctorados que tengas o por más “éxito” que hayas logrado en tu vida.

El que te odia va a buscar motivos para desacreditarte, va a hacerte menos por ser tú, va a intentar erradicarte.

En estos últimos nueve años he intentado de todo y he visto a mis congéneres de lucha intentarlo todo a través de distintos medios: bailes, marchas, arte, música, poesía, tesis, mesas de diálogo, documentos oficiales, psicología, medicina, antropología, sociología, metafísica… y nunca es suficiente, siempre habrá alguien que te lleve la contraria, siempre habrá alguien que te pida MÁS fuentes “válidas” según su perspectiva, siempre habrá quien te invalide porque “es culpa de tus padres”, “tienes el cabello azul”, “tienes solo veintidós años”.

Porque lo que buscan no es entenderte, si no maneras de descalificar tu existencia entera.

¿Y saben qué? Ya me cansé, me cansé de reeducar a gente que no quiere escuchar, me cansé de ser amable. El que quiera entender, que lo entienda, y el que no, que se atenga a las consecuencias legales que conlleva el no respetar los derechos humanos.

No necesito vestirme de cierta manera, lucir de cierta manera, o tener cierta edad para que se me tome en serio.

No necesito ser un gran investigador o una persona “inteligente” para merecer respeto, porque por el simple hecho de ser persona tengo valor y me lo merezco.

No necesito tu aprobación para existir.

No necesito nada de ti para existir.

No soy perfectx y no necesito serlo para ser válidx.

No necesito cambiar para que me trates como a un ser humano.

No soy como tú y nunca más voy a intentar serlo.

Yo ya soy una persona exitosa porque yo lo digo, y aunque no lo fuera, eso no sería motivo para faltarme al respeto o negarme derechos humanos.

Yo. Existo. Resisto. Persisto.

*Este artículo fue seleccionado como uno de los mejores en el marco de la Convocatoria de escritos “Propuestas de resistencia latinoamericanas frente a las crisis del siglo XXI – 2021”

* Fotografía cortesía de UNESII

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