¿Saltarán los dirigentes del mundo del Flygskam al Tagskryt?

Shalini Arias Hurtado Fundación porCausa, Climática y Youth Press Agency han colaborado en la publicación de este artículo.

’El ser humano es el único animal que tropieza con la misma piedra y se encariña de ella’. Este dicho popular podría describir la relación entre el sector de la aviación y el medioambiente. En enero de este año, el ser humano se tropezaba con la piedra en el evento organizado por el Foro de Davos, que cada año reúne a la crème de la crème económica, política y mediática del planeta. El historiador Rutger Bregman había sido invitado para hablar del cambio climático. Incongruencias de la vida, al evento en la ciudad suiza acudieron nada más y nada menos que unos “1.500 jets privados”. Pero parece ser que no es la única vez que íbamos a tropezarnos con la piedra de la hipocresía medioambiental: se habla de las amenazas climáticas a las que nos enfrentamos y cómo combatirlas, y al mismo tiempo generamos grandes cantidades de desechos y gases contaminantes. El ejemplo vuelve a repetirse esta vez en Madrid, en la Cumbre del Clima de la ONU.

Al menos casi 25.000 personas de 200 países están acudiendo estos días a la llamada COP25 en la capital española. ¿Cómo habrán llegado estas personas? Algunos de los asistentes, en su mayoría jóvenes, se declaran Flygskam, palabra sueca que se traduce como “vergüenza a volar” y que en los últimos años ha ido cogiendo más y más fuerza. Como alternativas a desplazarse a Madrid en avión muchos de ellos afirman ser Tagskryt, otro vocablo sueco para designar el orgullo de viajar en tren, y que está muy de moda en el país escandinavo. Entre ellos, Simon Engeke, de la Universidad de Cambridge, que confiesa haber llegado en autobús y tren desde Gran Bretaña. Otros jóvenes han decidido llevar chapas donde puede leerse claramente que el avión no ha sido el medio de transporte que han elegido para llegar a esta cita. La realidad es que, en su mayoría, los asistentes a la Cumbre Climática optan por acudir en avión.

Pero, ¿por qué tanta alarma con los aviones?. Los datos hablan por sí solos: Las emisiones directas del sector de la aviación supone más del 2% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Puede parecer un cantidad bastante insignificante, pero teniendo en cuenta la cantidad de CO2 emitida por cada kilómetro viajado por pasajero, el sector de la aviación figura como el más contaminante: 285 gramos de CO2 por pasajero/Kilómetro frente a los 14 gramos de CO2 por pasajero/kilómetro que emite un tren. Si la aviación global fuese un país, estaría en el top10 del ranking de los que más gases contaminantes emiten. O, una persona que vuela ida y vuelta de Londres a Nueva York genera aproximadamente el mismo nivel de emisiones que una persona media en la Unión Europea (UE) con la calefacción encendida durante un año entero. La Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) estima que para los próximos 20 años los viajes en avión se duplicarán. Para 2050 si la industria viajera continúa como hasta ahora, se prevé que se excedan los niveles globales de CO2 y no se podrá limitar la temperatura global media por encima de lo que los expertos catalogan de irreversible o punto de no retorno. Por si no fueran alarmantes las cifras, el sector de la aviación sigue sin pagar el impuesto de Keroseno.

Con semejante escenario climático, y sabiendo que para el 2020 las emisiones que produce la aviación internacional serán alrededor de un 70% más que en el año 2005 y que las estimaciones de la Organización de Aviación Civil Internacional (ICAO por sus siglas en inglés) para el 2050 implican que habrán crecido entre un 300% y un 700%, no es de extrañar que los dirigentes mundiales estén trabajando para frenar tales impactos en el planeta. Pero como se menciona al inicio de esta lectura, nos encariñamos con la piedra de la hipocresía medioambiental. Organizar eventos para la combatir la crisis climática, donde el foco sea reducir emisiones mediante vehículos eléctricos, cambiar las infraestructuras de las ciudades, o generar un sistema de economía circular, pierden fuerza al ver que una cita como esta genera muchos más destrozos al planeta que soluciones.

¿Se imaginan que para la siguiente Cumbre Climática, la COP26, que tendrá lugar en Glasgow (Reino Unido), al visitar la página oficial del Ministerio para la Transición Ecológica encuentran que la primera opción que ofrecen a todo visitante para llegar no es mediante avión? ¿Se imaginan por un momento que se hiciese uso de la inteligencia y realmente se ayude al planeta? Parafraseando al Secretario General de la ONU, António Guterres, durante la inauguración de la Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático: “No hay tiempo ni razón para retrasar. Tenemos las herramientas, tenemos la ciencia, tenemos los recursos.”

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