Las cifras del calentamiento global: cada vez más cerca de los umbrales de no retorno

Roberto Barbiero y Lavinia Laiti (APPA)

Traducción: Alejandra Tellez y Wendy Toro

“Estamos en una autopista hacia el infierno climático con el pie todavía en el acelerador”. Así lo declaró el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, en la inauguración de la COP27, que inició oficialmente el 7 de noviembre en Sharm El-Sheikh. 

Para comprender la gravedad de la actual emergencia climática, veamos algunos datos de los informes científicos sobre cambio climático que han advertido los negociadores en esta cumbre.

El Informe preliminar de la Organización Meteorológica Mundial sobre el estado del clima mundial 2022, confirma el calentamiento progresivo e indica cómo para el año en curso la temperatura media global estimada podría establecerse en 1,15°C por encima del valor del período de referencia preindustrial (1850-1900). Este calentamiento global se ha visto mitigado en cierta medida por el fenómeno de “La Niña” que provoca el enfriamiento de las temperaturas superficiales del océano Pacífico cerca de la costa de Sudamérica. Sin embargo, al mismo tiempo, a nivel global, varias zonas de la Tierra han registrado valores récord de altas temperaturas. Europa, en particular, que se ha calentado al doble de la media mundial en las últimas tres décadas, experimentó el verano más caluroso jamás registrado. Este año, los glaciares alpinos perdieron una cantidad excepcional de hielo, con espesores reducidos de entre 3 a 5 metros y superando el récord anterior del verano de 2003.

La preocupación de los climatólogos está relacionada con la progresiva aproximación al umbral de 1,5°C de temperatura por encima de los niveles preindustriales, que podría llevarnos a cambios irreversibles y a puntos de no retorno (los llamados “puntos de inflexión”) en cuanto a las consecuencias que podrían sufrir los sistemas físicos y naturales. En concreto, se están observando cambios en la circulación atmosférica, como los monzones, la ralentización de la corriente oceánica del Atlántico, el deshielo de los polos ártico y antártico y la pérdida de la selva amazónica. Estos cambios tendrían un impacto devastador en los ecosistemas y, en consecuencia, en las comunidades humanas. Se estima que hay un 48% de probabilidades de que se supere temporalmente el umbral de 1,5°C en al menos uno de los próximos cinco años. 

No sólo el hielo está sufriendo, las aguas de los océanos también están cambiando. La capa superior de los océanos, de unos 2.000 metros de profundidad, se ha ido calentando a un ritmo creciente en las últimas décadas. Las olas de calor marinas son cada vez más frecuentes que las olas de frío: en 2022, más del 55% de los océanos experimentaron al menos una ola de calor marina, mientras que sólo el 22% experimentó una ola de frío. El derretimiento del hielo es también el principal contribuyente al aumento del nivel del mar, cuya velocidad se duplicó con creces entre la década de 1993-2002 y de 2013-2022, pasando de 2,1 mm/año a unos 4,4 mm/año.

Los fenómenos meteorológicos extremos también están aumentando en frecuencia e intensidad a escala mundial, y en 2022 se produjo una larga serie de acontecimientos con consecuencias dramáticas, como se recoge en el informe sobre el estado del clima mundial para 2022. 

En África oriental, las precipitaciones han estado por debajo de la media en cuatro temporadas de lluvias consecutivas, con indicios de que la actual podría ser también seca. Debido a la persistente sequía, entre 18,4 y 19,3 millones de personas se enfrentaron a una crisis alimentaria o a un empeoramiento de la inseguridad alimentaria en junio. La situación podría empeorar aún más si la sequía continúa, pudiendo provocar una crisis alimentaria en Kenia, Somalia y Etiopía.

Las lluvias récord provocaron extensas inundaciones en Pakistán en julio y agosto, afectando a unas 33 millones de personas y obligaron a 7,9 millones a abandonar sus hogares. Las inundaciones también fueron precedidas por una ola de calor extremo en marzo y abril, tanto en India como en Pakistán. La región del sur de África se vio afectada por una serie de ciclones a principios de este año, que afectaron sobre todo a Madagascar con lluvias torrenciales e inundaciones devastadoras. En septiembre, el huracán Ian causó grandes daños y pérdidas de vidas en Cuba y el suroeste de Florida.

Muchas zonas del hemisferio norte fueron excepcionalmente calurosas y secas durante 2022. China sufrió la ola de calor más extensa y duradera desde que se iniciaron las observaciones nacionales y el segundo verano más seco registrado.

Grandes zonas de Europa experimentaron repetidos episodios de calor extremo. El Reino Unido registró un nuevo récord nacional el 19 de julio, cuando la temperatura superó los 40°C por primera vez en la historia. Esta situación estuvo acompañada de una grave sequía, que persistió hasta el otoño en Italia, y de graves incendios. Los ríos europeos, incluidos el Rin, el Loira y el Danubio, descendieron a niveles extremadamente bajos.

El aumento de la población expuesta a los impactos del cambio climático es considerable en todo el mundo, incluida Europa, pero son especialmente las poblaciones más vulnerables las que se enfrentan y se enfrentarán a impactos socioeconómicos cada vez mayores.

Por lo tanto, el enfoque de la acción climática en la COP27 se extiende inevitablemente a las políticas necesarias para la adaptación a los impactos del cambio climático. Se necesitan fondos y tecnologías para que los países más vulnerables puedan reducir los riesgos a los que está expuesta su población, especialmente en los países africanos. Un anuncio importante en este sentido fue el de António Guterres, que reveló los detalles de su “Plan de Acción Ejecutivo para la iniciativa de Alertas Tempranas para Todos”, cuyo objetivo es garantizar que todos los seres humanos estén protegidos por sistemas de alerta temprana en los próximos cinco años mediante nuevas inversiones iniciales de 3.100 millones de dólares entre 2023 y 2027. Se trata de una iniciativa importante que, sin embargo, no puede sustituir a la necesidad de eliminar, o al menos reducir, los obstáculos socioeconómicos que están en el origen de la vulnerabilidad en muchos países.

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