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Las elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América: influencias hacia América Latina

Por: Valentina Cuello (Argentina)

En el 2020 se cumplen 4 años de la derrota de Hillary Clinton frente al magnate Donald Trump, y por ende, 4 largos años del inicio de esta nueva Era. El republicano se ha mostrado siempre con posiciones fuertes en los temas de relevancia internacional, y muchas veces ha quedado en el ojo de la tormenta por declaraciones y actos públicos. Pero el 3 de noviembre les toca a los ciudadanos del país del norte volver a encontrarse con las urnas para decidir si las políticas de la administración entre el 2016- 2020 fueron satisfactorias o si toca cambiar de rumbo.  

 El pueblo estadounidense se ha visto comprometido por las importantes reformas que Donald Trump introdujo desde que llegó al poder. El nombramiento de jueces con cargos vitalicios, que aumenta la carga conservadora en el poder judicial; el pedido a la Corte Suprema de Justicia para que de invalidez al conocido “Obamacare” que, en medio de la pandemia de COVID-19 le otorga a millones de estadounidenses una cobertura de salud y un seguro de atención médica; y la reforma fiscal que disminuye la carga impositiva a empresas privadas y particulares son solo algunas. 

La inmigración ilegal mexicana y “el muro”, el freno al otorgamiento del estatus de residencia y el aumento del 30% en los arrestos por cruces de frontera ilegal y el anuncio de la retirada del Acuerdo de París en 2019, que intenta hacer frente a la crisis climática y disminuir el calentamiento global, por el gran costo económico que significa para el Estado y por la utilización de energías fósiles de las empresas privadas del país nos demuestran el fuerte impacto de las decisiones para un mundo que tiene mucho en juego en la elección de uno u otro representante. 

Pero en todos estos temas con impacto en la agenda internacional, América Latina no ha logrado un espacio de reconocimiento y centralidad, quedando muchas veces relegada en la periferia del accionar político. Aunque no podemos negar la presencia de los Estados Unidos de América en temas clave de la región, su presencia fue momentánea y no se le ha otorgado un merecido espacio en la toma de decisiones. Sólo puntualmente la crisis venezolana, el intercambio económico y comercial con México (especialmente dentro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte 2.0) o el asunto político en Nicaragua y Cuba han contado con la estratégica atención de la Administración Trump. Y no es casualidad que todos estos temas tengan que ver (en mayor o en menor medida) con una visión anticuada y repetitiva de un occidente en plena Guerra Fría, luchando contra la desestabilización de la democracia y el sistema económico liberal. Así lo expresó el candidato demócrata y ex vicepresidente de la Era Obama, Joe Biden para el Diario “El Nuevo Herald”: “La política de la Administración (Trump) en América Latina es, en el mejor de los casos, una vuelta atrás a la Guerra Fría y, en el peor de los casos, un desastre ineficaz”. 

Sobre estos espacios de acción política se intentará crear luz en este trabajo, para generar con bases empíricas un acercamiento a lo que podría ser el futuro no sólo del poder Ejecutivo estadounidense sino también de todo el continente. 

¿Cambio de estrategia o continuidad?

En la antesala de estas nuevas elecciones presidenciales en EEUU, el escenario latinoamericano es de una importancia crucial. Su desarrollo es necesario no sólo por las diferencias entre los dos candidatos, sino también por lo que la administración de Donald Trump hizo con la agenda de América Latina. La política exterior de la potencia mundial y las relaciones que se deben construir y mantener son un punto de clara oposición entre el candidato demócrata y el republicano. Desde que el precandidato Bernie Sanders decidió, en Abril del 2020, bajarse de la postulación y dejar vía libre como único candidato opositor a Joe Biden, el tema del subcontinente – al que suele llamarse el “patio trasero” del gigante norteamericano – ha tomado relevancia en el debate. 

La actualidad nos muestra un recordatorio de la decadencia que atraviesa Estados Unidos en particular, y el sistema neoliberal en general en América Latina, realidad que podría ser extendida al mundo. La indiferencia de Donald Trump en los últimos 4 años deja en claro que ante la falta de una influencia fuerte, el puesto ha sido ocupado por otro hegemón: la República Popular China y también, aunque en menor medida, por Rusia. La pérdida de peso hegemónico marca el rumbo, y frente a este difícil escenario tanto para el Presidente actual como para quién sea el futuro líder político del país, se generó un “vacío de liderazgo” que se llenó de influencias más afines al socialismo. 

Fuertes críticas se sintieron de parte del partido demócrata. Joe Biden se mostró en contra de la falta de presencia en latinoamérica en los últimos años, perjudicando el trabajo realizado en su vicepresidencia en el sur del continente. En 2018 se vieron los resultados de una cooperación conjunta y de la distribución de responsabilidades entre todas las naciones latinas para sacar adelante los problemas que afectaban al conjunto. Pero los avances en materia de seguridad, libertad política, democracia, responsabilidad compartida, respeto mutuo, trabajo cómo socios y el acceso a nuevas oportunidades se echó a perder cuando la gestión de Trump dio un paso atrás y dejó sin una agenda estratégica a los espacios políticos en la región. En marzo de este año, Joe Biden dijo en una entrevista que “la actual ausencia de liderazgo americano en el hemisferio occidental es la amenaza más importante a la seguridad nacional de EE. UU”. Sin embargo, aclaró que existen lazos resilientes que permitirán la reconstrucción de las relaciones y la vuelta al intercambio de opiniones y oportunidades mutuas. 

La ausencia puede visualizarse también en la degradación de los acuerdos multilaterales y la caída de las “afinidades hemisféricas” en la región y un aumento de las relaciones bilaterales que poco influyen en los objetivos comunes. Espacios de gran relevancia cómo la Organización de Estados Americanos (OEA) se dejaron a un lado salvo para temas específicos, degradando también otras formas de acercamiento continental, como lo son acuerdos de libre comercio y la cooperación con países en vías de desarrollo.

Puntos clave como la Seguridad regional y el Desarrollo muestran fortalezas para el actual Presidente. La Agencia de EEUU para el Desarrollo Internacional (USAID por sus siglas en inglés) tiene la intención de continuar en la creación de programas de innovación con 13 oficinas en latinoamérica y 4 programas para el subcontinente. Con planes específicos para los países con mayores complicaciones políticas y económicas, el programa logró mayores apoyos cuando Donald Trump eligió al ex líder de la USAID, el cubanoamericano Carlos Trujillo, para ser subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental. Sin dudas, fue una oportunidad para dar respuesta a los reclamos por la falta de representación real; y también un visto bueno sobre su relación con el país insular. Los planes de seguridad ahora podrán ser mucho más específicos en los problemas internos de Estados que se mantenían bajo la atenta mirada norteamericana como Cuba, Venezuela y Nicaragua. 

Sobre el mismo eje, el tema Venezuela sigue presentando discordias en todo el mundo pero esta vez no será así entre ambos contrincantes. Juan Guaidó tiene la aprobación y el apoyo de ambos partidos políticos, pero la forma en que se plantea la estrategia es distinta. La “mano dura” no será una opción para el candidato demócrata, según afirmó Tom Pérez, presidente del Comité Nacional Demócrata (DNC por sus siglas en inglés), y destacó que debemos escuchar al pueblo venezolano respetando su decisión. Este apoyo es diferente al que ofrecen los republicanos, quienes a través de John Pence, asesor y portavoz en la campaña de reelección de Trump, aseguraron que se había creado una coalición mundial para apoyar a Juan Guaidó en su candidatura a Presidente interino. El rechazo a las políticas de Nicolás Maduro son un el eje que guía el accionar del actual Presidente de los Estados Unidos, que no pierde oportunidad de dejar en claro lo que piensa: “es un dictador”. 

Pero, ¿qué podría hacer Trump desde el lugar que ocupa? La DNC insiste en la posibilidad de ayudar al pueblo venezolano desde casa. Criticó el accionar retraído de Trump, recordando que para lograr resultados no se debe trabajar en solitario y que la ayuda real que puede brindarle al pueblo venezolano en este momento es el Estatus de Protección Temporal (TPS por sus siglas en inglés). Mientras tanto, Donald Trump insiste con la opción de la visibilización internacional de la crisis política y en el accionar de organizaciones regionales como la OEA. Además, la postulación de Carlos Trujillo como Embajador de Estados Unidos ante esta Organización desde 2018 le permite un accionar coordinado entre el Estado y el posicionamiento internacional. “El embajador Trujillo representa con dedicación los intereses de Estados Unidos ante la OEA y aboga por los derechos humanos, la democracia y la estabilidad regional”, agregó el senador por el Estado de Florida, Marco Rubio en un comunicado divulgado por su oficina. 

Un paso importante en la atención puesta en la región por parte del Presidente actual y sus Secretarios se encarna en el Plan “América Crece”/ “Growth in the Americas”. Fué creado a fines de 2019 para dar sustento económico a planes de infraestructura y apoyo a empresas privadas de las Américas. Siguiendo la línea económica liberal que Estados Unidos mantiene desde siempre, el incentivo a la apertura económica comercial y a la creación de mercados abiertos competitivos son un eje central del auxilio a los países de latinoamérica. Infraestructura, inversiones privadas, seguridad energética y diversificación de los mercados son algunos de los temas principales del Programa, que lograrán mejorar la situación continental para que los ciudadanos dejen de buscar la inmigración como una solución a las deficiencias estructurales. 

A pesar de estas declaraciones, la aparición de la pandemia de COVID- 19 ha cambiado el rumbo de las cosas. Estados Unidos se encuentra debilitado ante las consecuencias económicas por la pérdida de puestos de trabajo, dejando índices de desempleo mayores al 8% y el cierre de empresas privadas que son el principal sostén de la economía norteamericana. Las propuestas de los candidatos afirman que antes de generar cualquier ayuda a los vecinos latinoamericanos, las inyecciones de inversión tendrán cómo destino los Estados locales para salir de la crisis que deja en su paso el coronavirus. 

¿Qué pasaría sí…? 

Hemos presentado los pro y contra de cada uno de los candidatos a la Presidencia de Estados Unidos, con sus inclinaciones políticas y económicas para dar una visión general de los dos escenarios que podrían decidir por el futuro de este Estado. Las mismas son, en líneas generales, las futuras determinantes en las relaciones con América Latina y el Caribe. Como definimos en un principio, aunque los votantes son obviamente ciudadanos estadounidenses, toda la subregión se verá afectada por las decisiones que emanen desde aquel aparato político.

Si los votantes se inclinan por Joe Biden, el Partido Demócrata promete un acercamiento y la reconstrucción de antiguos lazos económicos y políticos como los entablados por el mismo candidato entre 2009 y 2017, cuando se desempeñó cómo vicepresidente del Gobierno de Barack Obama. Dicho acercamiento promete consolidar las bases de una relación que se cortó cuando Donald Trump asumió su 1er mandato en el 2017, generando, según declaraciones de Joe Biden, un “vacío de liderazgo” que permitió la intromisión de Estados con sesgo socialista como China. 

Los beneficios que podemos obtener nosotros como ciudadanos latinoamericanos y nuestros Gobiernos gracias a este acercamiento son la construcción de fortalezas económicas, creación de estados fuertes y democráticos, que terminarían con las continuas desestabilizaciones regionales provenientes de dictaduras, el fraudes y la corrupción. El aumento de las inversiones mutuas y la proyección de una unidad intercontinental más fuerte son también promesas de crecimiento económico, diversificación y aumento del comercio de productos manufacturados exportables. Esto podría traer como resultado la reactivación de organismos regionales de cooperación económica, que en estos últimos años han sufrido un descenso en su eficacia por la falta de confianza y de operatividad. 

Sus planes no sólo tienen beneficios para los vecinos, sino que también se plantea el aumento de la seguridad nacional gracias al posicionamiento internacional que significa recuperar la esfera de influencia latinoamericana. Además, objetivos con fines mundiales como el compromiso con el cambio climático, infraestructura sostenible y energías limpias son promesas para un mundo más armónico y sustentable.

Del otro lado del tablero nos encontramos con la Administración Trump, que a pesar de las promesas, poco se vió de su plan para generar en América Latina un espacio de integridad y cooperación. Se reduce a la migración proveniente del Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador) y los gobiernos de izquierda poco democráticos. Las posibilidades de cambio en la estrategia podrían estar relacionadas a la necesidad de poner fin a la influencia china en nuestros espacios económicos, generando nuevos planes de desarrollo regional para incentivar la recuperación de nuestros países después de la pandemia de COVID- 19. Pero esto sólo sucederá si la recuperación de la pandemia en EEUU es rápida. 

Siguiendo la misma línea, en caso de un apoyo económico, también veríamos la reactivación de espacios esenciales cómo el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). El área de las inversiones en infraestructura, clave en los ejes que se desarrollan en el Banco, es de gran disputa con China, por lo que puede generar un aumento de los recursos para no perder la hegemonía regional. 

La pérdida de poder blando en la región se generó a causa de las continuas amenazas y la falta de empatía y verdadera colaboración con las naciones cuyas democracias se encuentran en peligro. El renacimiento de fuertes nacionalismos y prácticas xenófobas corrompen el sistema multilateral que América Latina apoyaba en la búsqueda de espacios de hermanamiento y cooperación. 

Los proyectos para frenar el avance migratorio han sido la clave de la política exterior de Trump. Ha llegado a establecer acuerdos con México que priorizan la búsqueda de soluciones a largo plazo para evitar la llegada de inmigrantes ilegales al país, que se exponen a condiciones de alto riesgo y alteran la seguridad nacional. En un 2do mandato podría creerse que estos planes continuarán hacia una solución definitiva pero las estadísticas no estiman algo parecido. En estos 4 años, no se ha tratado el tema de fondo: las razones por las cuales esas personas deben cruzar la frontera en busca de nuevas oportunidades y condiciones de vida favorables al desarrollo personal. Y más allá de que ese problema es ajeno a las posibilidades de accionar estadounidense, el dinero invertido en la construcción de un muro podría haberse destinado a la búsqueda de soluciones eficaces. 

Conclusiones

Latinoamérica se enfrenta hoy a nuevos desafíos provenientes del exterior que nos obligan a buscar alternativas inteligentes y estratégicas. El cambio de mando en el Poder Ejecutivo estadounidense o la permanencia del actual partido definitivamente cambiará el contexto en el cual nos proyectamos. A pesar de lo que muchos opinan sobre la continuidad de la situación de periferia que tiene América Latina en los proyectos de Estados Unidos, la continuidad o cambio en el poder harán que los planes sean distintos. 

La irrupción del virus COVID- 19 representa un problema de gran índole para los países latinoamericanos, que necesitarán de salvavidas económicos y programas de recuperación con sustento en préstamos e inversiones. Pero de la misma manera, la crisis de la pandemia afectó a la potencia del Norte, que pase lo que pase en las elecciones del mes entrante, se verá condicionada por la necesidad de una recuperación y la reconstrucción de su entramado comercial antes de salir en rescate de sus vecinos.

Las opciones con uno u otro representantes si pondrían en juego el accionar como bloque, reconstruyendo los espacios de cooperación o dejándolos relegados a simples intentos fallidos. Es cierto que la experiencia con el actual mandatario no fue del todo satisfactoria, y que la influencia sólo en temas puntuales y situaciones concretas no generan una verdadera alianza regional para hacer frente a los desafíos, pero no podemos esperar que la elección de Joe Biden cambie las cosas y estimule el intercambio estratégico. Las prioridades del gobierno en los próximos años son otras, y si América Latina entra en ese espacio prioritario sería, por lo menos en los primeros años, para frenar el avance de proyectos comerciales chinos. 

Lo cierto también es que más allá de que la cooperación no aumente de manera significativa, el fondo de la cuestión sería muy distinta. Una Administración demócrata buscaría la primacía del consenso regional y una transformación hacia el multilateralismo en los espacios de discusión y coordinación de políticas. Las raíces de Joe Biden en el gobierno de Barack Obama se mantienen intactas y según muestran los hechos, las relaciones mutuas se basaron en el respeto, la responsabilidad y la búsqueda de socios comerciales. A diferencia de las estrategias de desestabilización de gobiernos antagónicos mediante el uso de la fuerza y la influencia, se buscaría construir puentes mediante acuerdos de sociedad comercial y un hemisferio seguro y  democrático. 

Este sesgo social y basado en principios “morales” de los demócratas podrían perjudicar a América Latina en temas claves de la agenda. La falta de una mirada positiva hacia el libre cambio y el fuerte énfasis en ponerle un freno al cambio climático no son puntos fuertes para generar un acercamiento a la región. América Latina se beneficia con el comercio internacional, generando acuerdos para aumentar las inversiones, escalar en los eslabones de las cadenas de valor y para ubicar sus exportaciones de materias primas. La falta de bases económicas fuertes la obligan a muchas veces incumplir tratados internacionales climáticos, arrastrando importantes déficit y problemas en su compromiso. 

El problema migratorio continuará en la mira. Sí Trump es reelegido se espera que continúe despilfarrando dólares en la creación de un muro sobre la frontera, que perjudica a la población en su totalidad por la falta de recursos bien administrados hacía problemas urgentes. Del mismo modo, se intenta evitar que las declaraciones de Joe Biden sobre destruir el muro y generar espacios de encuentro y cooperación con México y los países centroamericanos generen una incorrecta interpretación sobre la apertura de las fronteras. 

Lo que realmente se espera es que los representantes tomen en serio las problemáticas político económicas presentes en la región y se muestren como verdaderos aliados regionales en la búsqueda de soluciones eficaces y prolongadas en el tiempo.  

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