Día de la Juventud – Emoción y Valentía de la Juventud en la COP28

La participación de los jóvenes siempre ha sido un desafío durante las Conferencias sobre el Clima; sin embargo, este grupo ha estado cada vez más activo aquí y exige más espacio en las mesas de negociación.

Por Daniele Savietto

Traducido por Tatiana Chaparro

Podría comenzar este artículo con datos, explicando que los jóvenes comenzaron a participar en la conferencia principalmente desde 2005, en la COP11, con el establecimiento del “Movimiento Climático Juvenil Internacional”, y que solo en 2011 se formalizó el movimiento, confirmando a YOUNGO como la voz de los Niños y Jóvenes en los procesos de la UNFCCC. O podría informar objetivamente evento por evento que ocurrió ayer. Y hubo muchos.

Pero no, no sería justo reducir esto a datos. La juventud va más allá de la objetividad, aportando humanidad a números y acuerdos, mostrando que el futuro de miles de millones no es solo cuestión de artículos complejos y consensos diplomáticos.

No después de sentarme junto a jóvenes activistas durante la acción “ACT Now – COP28 – Climate Strike” organizada por Fridays For Future, y ver de cerca cómo les temblaban las manos mientras hablaban. Sentado en el suelo, incluso pude ver las manos que sostenían un teléfono celular, probablemente con los temas que no querían olvidar, temblando. Todos temblaban. Mucho. Y eso es valentía.

Porque la valentía es enfrentar el miedo. Es sentir que te tiemblan las manos y que tu corazón late rápido pero permanecer en su lugar. Enfrentándolo porque realmente sabes lo que se debe hacer. Algunas voces se trababan entre sí, al principio, pero no después. Después, sus corazones hablaron, y ganaron la fuerza para llevar relatos fuertes, sinceros y reales a la conferencia.

Así escuché a Jamal Balosh, de Baluchistán, una región ocupada por Pakistán, hablar sobre la extracción de combustibles fósiles y cómo su tierra ha sido devastada.

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O a Zakira Bakhshi, de Afganistán, que compartió cómo es ser parte de un país donde a las niñas aún se les prohíbe ir a la escuela, un lugar que sufre la crisis climática pero recibe poca atención mediática global.

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La voz de Dalal Shalash, de Jerusalén, y el miedo de que su tierra y cultura desaparezcan, y cómo este año, su Navidad estará eclipsada por la sangre de los niños que murieron en Gaza en los últimos dos meses.

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Discursos que, además de hablar sobre números, porque es obvio que los jóvenes conocen las estadísticas de memoria, fueron únicos, personales, individuales, como lo son las personas.

Después de escuchar informes de jóvenes de diferentes partes del mundo y reflexionar sobre el hecho de que el cambio climático no conoce fronteras geográficas, los jóvenes participantes realizaron una marcha silenciosa hacia la plenaria donde se estaban llevando a cabo las negociaciones.

También asistí a una reunión con jóvenes brasileños, discutiendo temas espinosos como el financiamiento. Además de abordar la necesidad de recursos, hablaron sobre las duras realidades de ser activista climático en Brasil.

Estos jóvenes no estaban hablando solo de dinero, sino de vidas, luchas y sueños sofocados. Sus palabras fueron un testimonio de la dura realidad de ser un activista climático en el segundo país que más defensores del medio ambiente mata en el mundo.

Las plenarias, que a menudo me parecen una atmósfera estéril y distante, contrastan fuertemente con la vitalidad de estas reuniones. La juventud nos recuerda qué significa ser humano en medio de un mar de burocracia y protocolos.

La emoción, lejos de ser una debilidad, es el motor de la humanidad. La emoción nos une y nos impulsa a actuar. Los jóvenes entienden esto. Lo viven con sus esperanzas, sueños y manos temblorosas. Esto me parece la forma correcta de luchar por el futuro que todos merecemos.

Quizás, a los negociadores y líderes mundiales les falte sentarse en el suelo un poco más para escuchar otras voces. Les falta ver las manos temblorosas. Sí, hoy hay jóvenes ocupando plenarias y ensayando un discurso importante también. Pero hay muchas otras voces que han movilizado recursos desde todos los lugares imaginables y han llegado aquí sin siquiera saber cómo, y también necesitan ser escuchadas.

Estos jóvenes merecen, no, exigen más espacio en las mesas de negociación. La COP28, en su estructura actual, p

ide transformación, y ¿quién mejor para catalizar este cambio que la juventud, con su capacidad innata para llevar emoción y urgencia a las discusiones?

A los jóvenes que leen estas palabras: gracias. Gracias por creer, por soñar, por atreverse. Gracias por recordarme por qué estamos aquí, por qué esta lucha es tan esencial. Que la juventud continúe siendo la chispa transformadora en futuras COP, llevando su transgresión, valentía y voces únicas al centro del escenario.

Si en su famosa obra Sartre dice, “El infierno son los otros”, prefiero ir con Valter Hugo Mãe y afirmar que el paraíso son los demás. Vale la pena luchar por las personas cuando los miramos de esta manera, como individuos, con sueños, esperanzas y manos temblorosas.

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