COP28: El peso de las guerras y conflictos en el clima

En 2022, el gasto militar global alcanzó la cifra récord de 2.240 mil millones de dólares, superando significativamente los compromisos anuales de apenas 100 mil millones declarados en el contexto de la COP sobre el clima.

Por Roberto Barbiero y Marzio Fait

Traducido por Tatiana Chaparro

Los ecos de los conflictos en Ucrania y Palestina también resuenan en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima (COP28) en Dubái, al igual que los numerosos escenarios de inestabilidad política que caracterizan el contexto global, especialmente en África y Sudamérica. Los conflictos armados están fuertemente interconectados con la crisis climática, pero es un tema bastante complejo de analizar, también debido a la dificultad para obtener datos con transparencia.

De hecho, es posible identificar una relación particular entre el fenómeno del cambio climático y el mundo de la guerra. Cambios graduales, como el aumento de la temperatura y el aumento del nivel del mar, y eventos meteorológicos extremos más intensos, como sequías y olas de calor, contribuyen a aumentar las situaciones de inseguridad, provocando hambrunas, enfermedades y migraciones que trastornan la vida de comunidades enteras. Estas condiciones pueden amplificar la vulnerabilidad de los estratos más pobres de la población mundial y favorecer el surgimiento de tensiones, especialmente en aquellas regiones ya caracterizadas por inestabilidades políticas, sociales y económicas. Al mismo tiempo, el sector militar es responsable de la emisión de grandes cantidades de gases de efecto invernadero, la devastación de hábitats y ecosistemas y la propagación de sustancias peligrosas para la salud humana.

Numerosos movimientos y organizaciones de la sociedad civil piden que los Estados hagan algo concreto para favorecer el desarme y limitar el impacto del entorno militar en el planeta, y hay varios eventos programados en la COP28 para abordar estos temas.

Para identificar algunos de los problemas principales relacionados con el tema, nos dejamos guiar por la reflexión de Tamara Lorincz, miembro del Canadian Pugwash Group, del Canadian Voice of Women for Peace y de la Women’s International League for Peace and Freedom, en un evento promovido por la International Society for Ecological Economics (ISEE).

Las emisiones de gases de efecto invernadero del sistema militar

Según las estimaciones, las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas del aparato militar global y de los conflictos armados en el mundo son responsables del 5,5% de las emisiones globales, pero son pasadas por alto por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Las fuerzas militares están exentas de la obligación de rendir cuentas de sus emisiones, lo que dificulta establecer el impacto ambiental del sector militar.

Según datos analizados sobre los 36 países identificados por la CMNUCC para la reducción de emisiones, solo 5 han cumplido con el envío de información. Rusia, Francia, Japón, Turquía y Polonia no han proporcionado datos útiles, a pesar de que su gasto militar asciende a 200 mil millones de dólares. También se han detectado deficiencias significativas en la presentación de informes para otros países con gastos militares igualmente importantes, como China, India, Arabia Saudita, Corea del Sur, Irán, Brasil, Israel y Qatar (550 mil millones de dólares en 2021). Actualmente, la presentación de informes de la CMNUCC solo requiere la provisión de datos desglosados sobre el uso de combustibles militares, lo que no tiene en cuenta todas las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por las fuerzas armadas. Hay pocos datos sobre el consumo de combustible y aún menos sobre el uso de energía y las cadenas de suministro. Aún más grave es la falta de datos sobre las actividades de guerra, ya que los países no están obligados a publicar datos sobre las emisiones directas e indirectas de gases de efecto invernadero relacionadas con las actividades en el extranjero, las guerras y otros efectos secundarios.

El Global Stocktake, la evaluación global del estado de avance de las políticas previstas en el Acuerdo de París, que se discute en la COP28, representa una oportunidad para comenzar a incluir estos datos fundamentales.

Según el Instituto Internacional de Investigación sobre la Paz de Estocolmo (SIPRI), en 2022, el gasto militar mundial se situó en torno a los 2.240 mil millones de dólares. Este dato ha estado en constante aumento desde 2015: en comparación con las cifras de 2021, aumentó un 3,7%, pero si se mira a 2013, ha aumentado un 19%. Estos 2.240 mil millones de dólares equivalen al 2,2% del PIB mundial. “Esto representa el gasto equivalente para garantizar la transición ecológica”, subrayó Tamara Lorincz en su intervención.

El mensaje del Papa Francisco

Los fondos que podrían utilizarse para abordar la crisis climática y promover la transformación pacífica de los conflictos, el desarme y las iniciativas de justicia global, en cambio, se gastan para prolongar guerras y conflictos armados que solo traen muerte y destrucción, pero también devastación del medio ambiente y destrucción del clima. El propio Papa Francisco ha abordado los gastos militares con un mensaje y una propuesta para la COP28 enviados a través del Secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin: “Con el dinero que se gasta en armas y en otros gastos militares, constituyamos un Fondo Mundial para eliminar finalmente el hambre y llevar a cabo actividades que promuevan el desarrollo sostenible de los países más pobres, enfrentando el cambio climático”.

La paz esencial para la acción climática

La necesidad urgente de encontrar una solución a la crisis climática impone a los países del mundo como única vía la cooperación internacional y la solidaridad hacia los países más vulnerables y hacia las partes de la población mundial más vulnerables dentro de los países más ricos. Para garantizar la cooperación, la única vía es la paz entre los pueblos. Se trata de poner fin, en primer lugar, a las guerras en curso, pero también de trabajar para prevenir

 las causas que están en el origen de los conflictos, como las desigualdades sociales y económicas, interviniendo con el apoyo económico necesario, respetando los derechos humanos y restableciendo las condiciones ambientales para garantizar los servicios ecosistémicos en los que se basa la calidad de bienes esenciales como agua, alimentos y salud. La solución a la crisis climática está, por lo tanto, de manera indisoluble, relacionada con la construcción de la paz, y es deseable que este objetivo esté incluido y sea fundamental para la acción futura.

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