COP28: Agricultura intensiva de ganado y la crisis climática, ¿Cuál es la relación?

¿Alguna vez te has preguntado cuáles son los sectores que más consumen energía y tienen un impacto en el planeta Tierra? Si la cría intensiva de animales y la agroindustria están entre tus ideas, ya estás en el camino correcto. En términos de la cantidad de emisiones liberadas a la atmósfera y otras formas de causar degradación ambiental, estas actividades tienen un lugar legítimo en la lista.

Por Federica Baldo

Traducido por Tatiana Chaparro

Como debería ser, en los pabellones de la COP28 también se dedica espacio a discusiones sobre un tema importante: la cría intensiva de animales y la agricultura. En este artículo, presento una perspectiva particular sobre este tema, que se refiere a las repercusiones en términos de desastres climáticos en el Sur Global causados por las emisiones de este tipo de actividad.

Entonces, ¿cómo exacerbán las emisiones de la producción intensiva de ganado los desequilibrios ambientales y los desastres climáticos en los países del Tercer Mundo? En un evento celebrado en la COP28 el 2 de diciembre titulado ‘Revelando la destrucción climática oculta de la agricultura industrial en el sur global’, se mencionaron algunas cifras. Se estimó que se causaron alrededor de 8 mil millones de dólares en daños en Asia, África y América del Sur debido al sistema de cría intensiva adoptado en el norte global.

Injusticia climática y transnacionalidad de la crisis

Estas consideraciones forman parte del concepto más amplio y conocido de injusticia climática. Este paradigma describe cómo las naciones del Sur Global, a pesar de ser las que menos contribuyen a las emisiones de gases de efecto invernadero, son las que más sufren los efectos del cambio climático causados por estas emisiones. Estos son los países más afectados de manera severa e intensa, pero al mismo tiempo son los menos responsables y los peor equipados para enfrentarlos, tanto en términos de recursos económicos disponibles como en términos de infraestructura y tecnología. Finalmente, se ven condenados a una recuperación difícil y lenta. Como si eso no fuera suficiente, también son los países que tienen menos voz en las mesas de negociación internacionales.

El asunto en cuestión no solo está relacionado con el concepto mencionado de injusticia climática, sino también con el de la transnacionalidad de la crisis climática, que se refiere a la escala global en la que se extiende este problema, superando las fronteras de las naciones y no teniendo límites. Dicho esto, es más fácil entender cómo las prácticas perjudiciales para el clima emprendidas en ciertas áreas del globo terminan teniendo repercusiones en otras áreas.

La relación entre la cría intensiva de ganado y la crisis climática

Vayamos al grano, la agricultura y la producción de alimentos están asociadas con los tres grandes gases de efecto invernadero que conocemos: CO2, metano y óxido nitroso, produciendo, según la conferencia, el 20-30% de las emisiones globales anuales. Pero no se trata solo de emisiones, la producción de alimentos de origen animal también contribuye a la degradación ambiental a través de otras prácticas: deforestación (necesaria para dar espacio al pastoreo de ganado), explotación de recursos naturales (principalmente agua) y la contaminación de estos mediante la liberación de sustancias contaminantes.

Dentro de la COP, se necesita dedicar más espacio a esta conexión subyacente. Más allá de mecanismos como el Fondo de Pérdidas y Daños (cuya operacionalización los líderes ya acordaron el jueves 30 de noviembre) y que depende de la ayuda del resto de la comunidad internacional, África, por ejemplo, debería poder utilizar los recursos que inherentemente tiene para hacer frente al problema. Desafortunadamente, estas capacidades y herramientas a menudo abandonan el continente y se trasladan a otros países.

África

El impacto que la agricultura y la cría intensiva de ganado en el Norte Global tienen en los agricultores independientes en África es considerable. A diferencia de los países más industrializados del mundo, que centran sus métodos de producción en maximizar las ganancias y asegurar el consumo masivo, aquí más del 80 por ciento de los productos agrícolas y animales se producen utilizando prácticas sostenibles y respetuosas con el medio ambiente. Y lo que es aún más injusto es el hecho de que las sequías, inundaciones, eventos climáticos extremos y enfermedades de animales y plantas que se vuelven más frecuentes en el Sur como consecuencia de las actividades en el Norte están poniendo en peligro la seguridad alimentaria en estas áreas, lo que significa un acceso garantizado al agua y los alimentos.

Reflexiones sobre posibles escenarios futuros

En lugar de exportar el modelo del Norte Global al Sur, es apropiado hacer lo contrario, llamando también al conocimiento indígena y a las prácticas tradicionales que preservan la armonía del conjunto. Lo que es seguro es que la transición desde el modelo actual de producción intensiva a uno más lento y extenso solo es posible si la demanda de productos de origen animal se reduce considerablemente. Para hacer esto, la humanidad tendría que redirigir su dieta hacia un mayor consumo de alimentos de origen vegetal.

Desafortunadamente, la tendencia actual está lejos de este escenario; el modelo de producción intensiva se está expandiendo en respuesta a la creciente urbanización, el aumento de la población mundial y la creciente demanda de carne. Recordemos, sin embargo, que todo esto tiene repercusiones en la salud pública, la pérdida de biodiversidad, la seguridad alimentaria y, no menos importante, el sufrimiento animal. Es hora de que los líderes globales reenfoquen su apoyo en sistemas de producción sostenibles a través de instrumentos que pueden ser subsidios o restricciones al antiguo modelo.

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