¿Qué significa realmente transformar el sistema energético en Europa?

¿Cómo aplicar el plan energético anunciado en el Pacto Verde mientras unos 30 millones de ciudadanos de la UE están en riesgo de pobreza energética? He aquí algunas recomendaciones surgidas de un grupo de científicos que han trabajado en el informe “Un enfoque sistémico para la transición energética en Europa.

 Por Emiliano Campisi

Traducción Mariano Figuera

La UE va a la cabeza: una de las seis prioridades de la Comisión es el Pacto Verde Europeo, un plan de acción para conseguir que las emisiones de gases de efecto invernadero en Europa sean disminuidas en 2050. El plan también pretende hacer sostenibles las economías de la UE convirtiendo los retos climáticos y medioambientales en oportunidades, haciéndolas más modernas, eficientes en recursos y competitivas. Como parte de este compromiso, la Comisión ha presentado el paquete “Fit for 55”, cuyo objetivo es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en al menos un 55% para 2030. Conseguirlo, manteniendo la competitividad económica, debe garantizar que Europa lidere el camino hacia un futuro sostenible para todos, promoviendo la diversidad en una UE unida a través de objetivos comunes y catalizando la transformación global hacia un planeta limpio para todos.

Pero, ¿cómo se puede llevar a la práctica, cuando los precios de la energía están aumentando notablemente y, como consecuencia, unos 30 millones de ciudadanos de la UE corren el riesgo de caer en la pobreza energética?

Algunas recomendaciones surgieron de un grupo de científicos que trabajaron en el informe “Un enfoque sistémico para la transición energética en Europa”, entregado en junio de 2021:

Diseñar una política energética de la UE claramente orientada a lograr la neutralidad climática y la sostenibilidad, sin dejar a nadie atrás, redistribuyendo los ingresos adicionales creados por la fiscalidad de la energía y la tarificación del carbono para apoyar a los grupos de bajos ingresos y promoviendo sistemas energéticos sostenibles;

Desarrollar sistemas energéticos de la UE flexibles, eficientes y resistentes para proporcionar servicios energéticos limpios y asequibles, integrando fuentes de energía descarbonizadas, electrificando y utilizando hidrógeno verde y azul, que debería ser el principal recurso energético para la industria pesada, la generación de energía y el almacenamiento;

Reconocer el papel de todos los actores y partes interesadas en la creación de un entorno inclusivo y participativo que fomente y apoye las opciones energéticas bajas en carbono.

Apoyar una combinación coordinada de políticas, medidas e instrumentos, incluida la fijación de precios del carbono como fuerza motriz, para conformar un sistema regulador eficaz, coherente y justo, asumiendo un compromiso político claro y emprendiendo acciones de apoyo para avanzar continuamente hacia un alto nivel de emisiones de carbono (y de otros gases de efecto invernadero) para cubrir todos los costes sociales y medioambientales.

Esta transición energética sólo será efectiva en el tiempo si los esfuerzos globales se mueven en la misma dirección, como hicimos durante la crisis de la pandemia de Covid-19, trabajando todos juntos hacia un objetivo: ¡la supervivencia!

Los avances tecnológicos y las políticas públicas enfocadas son esenciales, pero también es necesario que la mayoría de las personas, que se convierten en consumidores en este paradigma, adopten ampliamente estas fuentes de energía neutras para el clima. Así pues, paralelamente a la mejora tecnológica también es necesario un cambio de comportamiento, en términos de elección. Entonces, ¿cómo pueden la ciencia del comportamiento y la economía ayudar a acelerar el objetivo de carbono neto cero?

Los consumidores eligen los productos y servicios si les resultan atractivos, si responden al consumidor y si cuestan menos que la alternativa. La llamada “prima verde” (el coste adicional de elegir una tecnología limpia en lugar de otra que emita más gases de efecto invernadero) tiene que ser casi nula para que un producto resulte atractivo y, por tanto, sea elegido. La mayoría de estas alternativas aún no son tan atractivas. Tomemos el ejemplo de los vehículos eléctricos: además de costar más, el tiempo de recarga es mayor y más largo en comparación con un motor de combustión. Otro ejemplo es la opción de instalar una bomba de calor, que tiene un gran impacto en la vivienda en comparación con el sistema de calefacción tradicional.

Pero a medida que avancemos en la transición energética, todas estas alternativas serán mejores. Una vez más, el papel de las instituciones es crucial para animar a los consumidores a tomar la decisión correcta. Como dijo Patricia Espinosa, Presidenta Ejecutiva de la CMNUCC, durante la ceremonia de apertura:

La transición que necesitamos va más allá del alcance, la escala y la velocidad de cualquier cosa que la humanidad haya logrado en el pasado, es una tarea de enormes proporciones, pero la humanidad es una especie que se define por su ingenio. Hace más de 200 años, el mundo se transformó completamente con la revolución industrial. Fue una época impulsada por la tecnología y la innovación de su tiempo, pero también con su impacto residual de mayor división económica y social, daño ambiental y cambio climático. Podemos y debemos aprender la lección de la historia. Dejemos que nuestra era futura defina la prosperidad de muchos, en lugar de las ganancias a corto plazo de unos pocos. Que Glasgow sea el punto de partida de esta nueva era de resiliencia.

Si observamos la imagen de la derecha, ¿quién habría imaginado un cambio tan rápido en tan poco tiempo? Los seres humanos son imprevisibles y la esperanza no está perdida, pero debemos actuar ahora.

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