Proyecto Carayá: protección, educación y amor

Por Florencia Linarez (Argentina)

El día estaba soleado, con un viento fresco que alivianaba el calor y permitía seguir disfrutando de los simpáticos monos Carayá. 

Proyecto Carayá es un santuario de primates, ubicado en La Cumbre (Córdoba, Argentina), donde se rescatan monos del tráfico ilegal de vida silvestre y del mascotismo. El proyecto, también aloja y preserva a diversos animales que llegan a sus terrenos en busca de protección y libertad sin riesgos, como lo son los pumas, una cabra, una oveja y Camila, una cerda dormilona.

Foto de MarLin Fotografía

Luego de unas horas de viaje, incluyendo caminos de tierra por el paisaje único de las Sierras de Córdoba, llegamos al santuario donde, con todos los protocolos por la pandemia de COVID-19, comenzamos la visita guiada. 

El guía inició el recorrido explicando que ni el mono Carayá, ni el Capuchino — las especies que tienen en el santuario — son nativos de la zona, sino que llegan al santuario para sobrevivir de la deforestación, el tráfico ilegal de especies, ligado estrechamente al mascotismo. 

En el caso del mono Carayá, las personas matan a las madres que llevan a sus crías prendidas en su cuerpo, para así venderlos. Para ello, les dan vino de beber, dejándolos sedados durante el proceso de venta, que suele realizarse en las rutas en conjunto con serpientes, tortugas, iguanas y otros animales silvestres. Se suele engañar a las familias o individuos que compran estos animales diciendo que son monos tití, con el discurso de que son tranquilos y pequeños. A veces, no alcanzaron a llegar a la casa que, al mono, se le va el efecto del alcohol y se desatan sus instintos de animal, de animal salvaje encerrado en un automóvil. 

Algunos de esos monos son abandonados en las rutas y mueren, otros terminaban en zoológicos donde se deprimen y su expectativa de vida se ve reducida debido a las condiciones de encierro. De 10 monos, solo 2 llegan a la casa del comprador, donde comienzan a domesticarlo como si fuera un bebé humano. Le ponen pañales, le dan una alimentación diferente a la que deberían tener y, por un tiempo, el monito se acostumbra. Luego, afloran los instintos, de ser macho alfa o la hembra que protege a las crías, especialmente en casas donde hay niños. 

El proyecto Carayá no solo reciben a los animales para que vivan en libertad, sino que los rehabilitan y les “enseñan a ser monos de nuevo”. Este proceso, que suele ser de deshumanización — para que desaprenda las costumbres humanas — lleva entre un mes a un año y, luego, comienzan a relacionarlo con los diversos grupos de primates que tienen, hasta que se una a alguno.

Los monos son super simpáticos, pudimos conocer tres grupos de Carayá y uno de Capuchinos. Los nombres hacen alusión a personajes argentinos como Mirtha Legrand y Esmeralda (por Esmeralda Mitre), pero también a capitales como Dublín o a la cultura musical latinoamericana con Chayanne. 

Asimismo, la reserva de bananas equivale a reservas de oro, que se deben racionar para que todos puedan comer y disfrutar. Algunos Capuchinos no cuentan con tal privilegio y comen nueces, el guía les da el fruto entero, por lo cual comienzan a golpearlo contra el árbol o con otras maderas simulando un martillo  hasta poder comer el interior. 

Foto de MarLin Fotografía

Entre grupo y grupo de monos, encontramos a Camila, una cerda que un grupo de activistas veganos rescataron en Buenos Aires y luego llevaron a la reserva. También encontramos a una cabrita que tenía una familia en un departamento de la ciudad de Córdoba, hasta que comenzó a tener problemas en sus patas y pezuñas y, como animal salvaje, destrozaba todo en el minúsculo espacio. Por último, encontramos a Teresa, una oveja que quedó huérfana en un campo vecino y adoptaron en la reserva para que siga viviendo.

En un sector donde no fuimos, hay pumas que, gracias al avance de la frontera agropecuaria y falta de comida, comenzaron a atacar al ganado, haciendo que los granjeros los mataran. En el santuario se les da un espacio y se les asegura comida: vizcachas. Este roedor, es un excelente alimento para el puma y se reproduce con facilidad, por lo cual se generan criaderos en los campos de granjeros vecinos para que los pumas tampoco ataquen el ganado. El ciclo natural existe por algo y nosotros vivimos rompiendo su equilibrio, entender el ciclo y comprender cómo equilibrarlo es un desafío de la industria agropecuaria y de toda la sociedad.

Incendios:

Durante el 2020, al igual que en toda la región, Argentina sufrió muchos incendios a lo largo del territorio. Se estima que, entre el 1 de enero 2020 al 12 diciembre 2020, se quemaron unas 1.151.931 hectáreas. En Córdoba se incendiaron más de 300.000 hectáreas y, el Santuario no quedó exento de ello. 

Afortunadamente, ningún animal murió en los incendios, pero si hubo que evacuar a los pumas y reconstruir parte del territorio. Un grupo de monos, tuvo las llamas debajo suyo, pero no fueron afectados ya que las mismas no escalaron y ellos se quedaron quietos en la copa de los árboles. Otro grupo de Carayá, tiene el privilegio de contar con una casa de vacaciones, han descubrieron un rincón del terreno donde hay una cascadita, árboles frutales y más comodidades. Su sector fue altamente afectado por los incendios, pero ellos se encontraban de vacaciones así que no fueron afectados de forma directa.

Foto de MarLin Fotografía

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El proyecto se suele financiar por el pago de la entrada para la visita guiada y con colaboración de voluntarios/as que permanecen semanas allí haciendo las visitas, dando de comer a los monos y ayudando en lo necesario. Debido a la pandemia, su principal fuente de ingresos se agotó, por lo cual, actualmente reciben donaciones en su web y, hasta que se permita, hacen visitas guiadas desde que comenzó el año con todos los protocolos pertinentes. 

Proyecto Carayá no solo tiene la misión noble y hermosa, de preservar, proteger y dar libertad a animales que sufrieron por los caprichos del ser humano. También tiene un rol educativo clave, especialmente de concientización sobre el tráfico ilegal de vida silvestre y el mascotismo inadecuado. 

Por ello, conmovida por la experiencia de escuchar y ver en primera persona lo que acabo de relatar, me sumo al pedido de que denuncien los casos de tráfico de vida silvestre, que no compren animales que no son mascotas, que difundan la voz y, si pueden, donen o visiten el lugar porque es una vivencia maravillosa. 

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