Pensar globalmente como pueblos originarios en la era del cambio climático

Por Roberta Pisani, Traducción Magdalena Gavier , Fundación TierraVida

2015, Buritizeiro, estado de Minas Gerais, en el sur de Brasil. Dos mujeres, dos hermanas Tuxà, guían a su pueblo para conquistar 6.000 hectáreas de una tierra que hasta ese momento era propiedad del gobierno brasileño. Una tierra devastada por las industrias de la madera y la celulosa, por los inmensos monocultivos de eucaliptos que monopolizan el paisaje. La laguna está envenenada, sin peces. Un escenario que está lejos de los cantos que cantaban los antepasados que vivían en esas tierras.

Después de 3 años, este territorio vuelve a florecer gracias a la presencia de la gente de Tuxà. Pero el fuego no ha terminado todavía, y el carbón vivo sigue ardiendo. La relación entre el gobierno brasileño y el pueblo Tuxà es complicada, y el procedimiento burocrático para regularizar y legitimar la propiedad de esas tierras es lento y a menudo obstruido por el propio gobierno.

En una entrevista, Analia Tuxà, líder del pueblo de Tuxà y una de las dos mujeres protagonistas de la reconquista de los territorios de Buritizeiro, contó que tras la conquista siguieron las negociaciones por las tierras. Durante ese proceso, el gobierno brasileño les propuso aceptar sólo el 10% de las 6.000 hectáreas que conquistaron. Obviamente se negaron.

1992, Patagonia Argentina. La empresa italiana Benetton compra 970.000 hectáreas de tierra que en realidad era un territorio en el que vivía la comunidad mapuche. Apenas unos meses después toda la población mapuche fue expulsada de su hogar ancestral. Erradicados de los territorios que han sido no sólo su hogar, sino también un punto de referencia para la construcción de su cultura.

En 2002, Atilio Curianco y Rosa Nahuelquir ocuparon 385 hectáreas de esas tierras. La empresa italiana les ofreció sólo 7.500 hectáreas, que ellos rechazaron. El conflicto en Santa Rosa persistió hasta 2014, año en que el gobierno reconoció al pueblo mapuche la propiedad y el uso de 625 hectáreas en Santa Rosa. Desafortunadamente, la discriminación y el empobrecimiento del suelo han hecho que las condiciones de vida de estas personas sean difíciles, y a menudo han terminado trabajando como mano de obra barata y explotada. Además, es común que se les marque como terroristas si intentan alzar la voz en defensa de sus derechos.

Temuco, sur de Chile, en 2016. Machi Francisca, líder espiritual de uno de los grupos mapuches que viven en Chile, fue arrestada por tercera vez por la denuncia que había hecho abiertamente a las corporaciones que estaban destruyendo ilegalmente los bosques nativos con agricultura desmedida y tala ilegal de árboles. Fue marcada públicamente como una figura peligrosa para el Gobierno de Chile y la población civil. Apenas unos meses después, luego de una larga huelga de hambre, la presión de muchos ciudadanos chilenos y debido a sus muy malas condiciones de salud, pudo regresar así casa.

En esta era en la que todo el mundo habla de libertad, de la realización y determinación de quiénes somos y cómo encontrar nuestro verdadero yo, episodios como los descritos anteriormente no pueden ser justificados. Es demasiado fácil fingir libertad para nosotros y no para el resto de las personas que viven en el mundo. Es demasiado fácil utilizar la excusa de un mercado liberal y libre para imponer la decisión de uno sobre la realidad de miles de personas, cuya visión del mundo es totalmente diferente. Y resulta sumamente peligroso usar el poder, la corrupción y el dinero para lograrlo. Los ejemplos descritos son en realidad la historia de la mayoría de los pueblos indígenas que cada día se despiertan luchando contra los abusos, la discriminación y la posibilidad de ser expulsados de sus tierras una y otra vez.

Afortunadamente muchos grupos de pueblos originarios, en particular las mujeres, están empezando a crear una red sólida que crece cada vez más para contrastar las corporaciones y los gobiernos corruptos. Representan una sólida facción que busca reivindicar y luchar por sus derechos como poblaciones originarias y también como mujeres. “No podemos existir sin nuestra tierra. Con nuestra tierra, nos están quitando también la posibilidad que tenemos de elevarnos espiritualmente. Con nuestras plantas”.

Tuxà significa gente de las aguas. Mapuche significa gente de la tierra. Ambas poblaciones originarias están estrictamente relacionadas con su entorno. Son su entorno. En la mayoría de los pueblos de la zona Amazónica las mujeres tienen una conexión profunda con la tierra, se ocupan de la agricultura y la cosecha, desarrollan un conocimiento muy profundo de los tiempos, de las plagas y de todas las técnicas que son necesarias para tener una cosecha fructífera. Su conocimiento e transmite de generación en generación.

Pero todo se está volviendo más difícil. Aparte de la explotación de las tierras, hay otro gran problema que pone en peligro a las mujeres y las poblaciones originarias: el Cambio climático. Lo que muchos consideran sólo un mito, pero que en realidad se materializa en la quema de bosques, contaminación de ríos, desequilibrio del planeta.

En noviembre de 2018, 30 mujeres de diferentes partes de Ecuador se reunieron para discutir sobre cómo actuar contra el cambio climático. Subrayaron las consecuencias de la extracción masiva de petróleo y minerales, la desigualdad a la que se enfrentan las mujeres a la hora de formar parte de una unidad agrícola. En Ecuador, las mujeres rurales producen el 90% de los alimentos para el consumo nacional, pero sólo el 25,4% es en realidad parte de una unidad agrícola. También subrayaron la importancia de detener la extracción de combustibles fósiles. Muchas mujeres ecuatorianas, líderes de movimientos que contrastan con las corporaciones de combustibles fósiles, han sido objeto de hostigamiento, violencia y también de muerte. [http://www.accionecologica.org]

Las mujeres de Brasil, Chile, Perú, Ecuador, Argentina y Colombia, al igual que otras mujeres de África y Asia, no sólo luchan por sus tierras. Están luchando contra la violencia de género y la discriminación que toda mujer, tanto en Europa como en África o en los Estados Unidos o en cualquier otro país del mundo, tiene que enfrentar diariamente.

Cuando eres parte de una realidad es difícil verla correctamente. Eso es lo que está pasando en el mundo occidental. Hemos perdido la capacidad de ver. Creemos que la globalización significa exclusivamente tener la posibilidad de comprar sushi en todos los países del mundo o comprar los mismos zapatos en Milán que en Lima. En realidad, esta es la parte más oscura de la globalización. Su lado más grande es, en efecto, la oportunidad que tenemos ahora de poder “pensar globalmente”, de tener la conciencia de que vivimos en un ecosistema maravilloso y de que nuestras acciones tienen un peso en lo que sucede en el mundo, de una manera positiva y negativa.

Las poblaciones originarias ven nuestra sociedad desde fuera. Son conscientes de lo que estamos haciendo y de lo que realmente está sucediendo, porque ven los efectos del cambio climático. La mayoría de la gente en el mundo occidental vive en las ciudades donde es difícil distinguir incluso las estaciones. Es obvio que no estamos sintiendo tanto los impactos del cambio climático. Compramos alimentos en la tienda, a menudo cultivados en invernaderos, porque queremos todo en todo momento. Hemos perdido el placer de la espera.

Las poblaciones originarias ven nuestra sociedad desde fuera. Son conscientes de lo que estamos haciendo y de lo que realmente está sucediendo, porque ven los efectos del cambio climático. La mayoría de la gente en el mundo occidental vive en las ciudades donde es difícil distinguir incluso las estaciones. Es obvio que no estamos sintiendo tanto los impactos del cambio climático. Compramos alimentos en la tienda, a menudo cultivados en invernaderos, porque queremos todo en todo momento. Hemos perdido el placer de la espera.

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