Los compromisos de hoy para enfrentar el cambio climático no son suficientes: hay que hacer más.

Por Roberto Barbiero, Traducción David Barreiro, Fundación TierraVida

La condición actual del Planeta y los escenarios futuros descritos por los numerosos informes científicos presentados en la XXIV Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP24) están perjudicando a los delegados en Katowice y quizás avergonzándolos.

El objetivo principal de la COP24 es definir el reglamento que hará operativo el Acuerdo de París y, aún más específicamente, fijar los parámetros que otorgarán transparencia operativa y determinar las políticas de adaptación de cada estado, la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, la concesión de fondos y transferencia tecnológica.Sin embargo, la sensación es que los informes científicos ilustrados aquí en Katowice han cambiado el enfoque de la Conferencia, porque el tiempo se está acabando. La velocidad a la que va el calentamiento global y la lentitud de la respuesta de la comunidad internacional están reduciendo las posibilidades de alcanzar la meta establecida por el Acuerdo de París. También empeoran los impactos negativos del cambio climático en el ecosistema y la vida humana.

El informe provisional sobre el estado mundial del cambio climático producido por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) prevé que 2018 será el cuarto año más caluroso desde el inicio de su trabajo. La extensión mínima de los glaciares en el Mar Ártico, alcanzada en septiembre, es un 28% más pequeña que la media. De la misma manera, el área cubierta por el glaciar marino antártico ha sido más pequeña que el año pasado para todo el 2018.

Las consecuencias de los eventos meteorológicos extremos han sido numerosas este año. Al igual que en 2017, hemos perdido vidas humanas y hemos sido testigos de grandes daños tanto en los ecosistemas como en las infraestructuras. La mayor parte de Europa ha sufrido una excepcional ola de calor y sequía durante la primavera y el verano. La mayor inundación que el estado indio de Kerala ha visto desde 1924 y el aumento de las aguas en Japón, donde más de 100 mm de lluvia han caído en tan solo 48 horas en la isla de Shihoku, han provocado muertes y daños. Los incendios devastaron Grecia (en julio) y California (en noviembre). En octubre, Italia fue azotada por tormentas y vientos excepcionales que causaron grandes daños, especialmente en los bosques del norte del país.

Las señales de advertencia también provienen de las mediciones de la concentración principal de gases de efecto invernadero en la atmósfera, que ha estado aumentando desde 2017. El dióxido de carbono ya ha alcanzado el valor alarmante de 405,5 partes por millón, pero las encuestas de 2018 prevén que golpee las 407 partes por millón al final del año. Eso significa que la atmósfera ahora contiene un 45% más de CO2 que en tiempos preindustriales.

Según el estudio del Presupuesto Global de Carbono, las emisiones de carbono de 2018 alcanzarán un máximo histórico; y continuarán subiendo más (2% más) debido al consumo de carbono en el sector energético y al mayor consumo de petróleo y gas en el sector del transporte y en la industria de la construcción.

Los mayores emisores de 2018 siguen siendo China (27%), los Estados Unidos (15%), la UE (10%) y la India (7%). Casi todos los países del mundo han contribuido al cambio climático y al calentamiento global mediante el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero y la reducción más lenta de dichas emisiones. Pero existen buenos ejemplos, ya que algunos Estados han reducido sus emisiones incluso con una economía en auge: muchos Estados europeos lo hicieron. Para contener el calentamiento global dentro del límite de +1.5°C (el objetivo del Acuerdo de París), las emisiones de CO2 deberían reducirse a la mitad para 2030 y desaparecer por completo para 2050. Estamos muy lejos de lograr estos resultados.

De acuerdo con el Informe de brecha de emisiones, los compromisos voluntarios actuales que cada estado ha asumido para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero son insuficientes. Si nada cambia, parece inevitable que la temperatura global aumente a 3°C para finales de siglo: las consecuencias de esto en el planeta son inimaginables. Tenemos que triplicar los esfuerzos para evitar que la temperatura global aumente más de 2°C y cuadruplicarla para evitar que suba más de 1,5°C.

La misión parece imposible, pero las señales positivas están ahí. Las tendencias energéticas están cambiando rápidamente: muchos países consumen menos CO2 y más energía eólica y solar. Incluso si esto significa que el consumo de CO2 es aún más bajo que en 2013 (cuando alcanzó un máximo histórico), se necesita hacer más para mejorar la situación. Todavía hay tiempo para enfrentar el cambio climático y sus consecuencias, si la reducción de las emisiones de CO2 se convierte en un proceso que involucra a todos los sectores económicos de manera rápida y drástica. Necesitamos tomar decisiones políticas valientes y contar con un sólido respaldo económico si nosotros, como la comunidad global, hacemos la transición a fuentes de energía más limpias y reducimos nuestras emisiones. Nosotros, como ciudadanos, debemos cooperar con los gobiernos y las industrias privadas, ya que salvar el planeta implica adoptar un paradigma de producción y consumo completamente nuevo.

Observaremos cada movimiento de los países en la COP24 para intentar comprender que están listos para cambiar el curso de la historia.

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