Lo urbano y lo humano: la pandemia como una oportunidad para pensar un nuevo modelo de movilidad.

Por: Manuel Posada (Colombia)

La pandemia de COVID-19 se ha convertido en una oportunidad para impulsar el uso de la bicicleta como medio de transporte cotidiano en distintas ciudades del mundo y en Latinoamérica la respuesta también ha sido sobre dos ruedas. 

Recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un medio de transporte que contribuye al distanciamiento social a la vez que posibilita la actividad física en tiempos donde el sedentarismo es latente, producto de la generalización del teletrabajo, la bicicleta se ha consolidado como un transporte alternativo en medio de esta coyuntura. Sin embargo, esta dinámica obliga a pensar un nuevo diseño de movilidad urbana a largo plazo para contribuir al bienestar de las personas que viven en las ciudades. 

Bogotá, Buenos Aires, Medellín, Quito, Lima y Ciudad de México han sido algunas de las ciudades latinoamericanas que han facilitado la movilidad ciclista durante la contingencia del coronavirus. En el caso de Bogotá, la ciudad de latinoamérica con más kilómetros de ciclovías, se destinaron 80 kilómetros temporales que se suman a los 550 con los que cuenta la ciudad de manera permanente. Se espera que de la red temporal varios kilómetros se adecuen para hacer parte de la cicloinfraestructura permanente de la capital colombiana, segregando así un carril de la vía y priorizando más espacio para los peatones en el andén. 

Igualmente, en los casos de las demás ciudades antes mencionadas, se han creado ciclovías emergentes con el fin de mitigar las aglomeraciones en el sistema de transporte público masivo para contribuir al distanciamiento seguro de los ciudadanos. Asimismo, se ha potenciado el número de usuarios de los sistemas de bicicletas públicas. 

Esta respuesta práctica a raíz de la pandemia es loable, pero no es suficiente si se tiene en cuenta que desde hace varios años se ha escuchado el discurso que se dirige hacia un futuro sostenible para las ciudades, donde la movilidad juega un rol crucial. Sin embargo, pensar que algo es fundamental y actuar en consonancia resulta complejo. Es decir, estas soluciones temporales para sobrellevar la emergencia sanitaria son un paliativo, faltan acciones concretas y valientes por parte de las autoridades encargadas de la administración de las ciudades para consolidar una movilidad amigable con el medio ambiente y sana. Y estas acciones van mucho más allá de generar el necesario distanciamiento social, porque al poner sobre la mesa el tema de la movilidad urbana se incluyen otras aristas como el cambio climático y la contaminación del aire que produce enfermedades respiratorias y cardiovasculares, otras epidemias, pero silenciosas. 

Es decir, estas soluciones temporales para sobrellevar la emergencia sanitaria son un paliativo,…

En aras de hacer un análisis sensato, hay que decir que la transición a un sistema de transporte no es fácil y masificar el uso de la bicicleta en el contexto de las ciudades de América Latina donde se hace evidente la falta de infraestructura adecuada, la poca educación vial y la inseguridad son grandes retos para implementar este tipo de movilidad en la región, pero no significa que sea imposible. Por ejemplo, se podrían desarrollar planes piloto por un mes donde se habilite el carril de una vía principal para la circulación de bicicletas, cuya inversión pública no sería tan alta porque gran parte de la infraestructura ya existe.

Sin embargo, se debería invertir en una correcta señalización, en estacionamientos con numerosas plazas de parqueo en diferentes puntos de la ciudad, así como estaciones para el bombeo de las llantas. De esta manera, los ciudadanos pueden ir adaptándose a nuevas formas de movilidad que les generen a su vez confianza y comodidad y así ir ampliando la red de ciclovías por toda el área urbana. Con esto no quiero decir que el uso del carro quede totalmente desplazado, sino, que se logre una movilidad inclusiva, justa e inteligente entre todos los actores viales donde se priorice al peatón con andenes que permitan la facilidad de uso del espacio público y que sean accesibles para las personas con movilidad reducida, que se fomente una cultura alrededor de la bicicleta y se gestione el uso racional del carro. 

Con esto no quiero decir que el uso del carro quede totalmente desplazado, sino, que se logre una movilidad inclusiva, justa e inteligente entre todos los actores viales…

También se hace necesario mejorar la infraestructura existente que hay para las bicicletas en lo que respecta al diseño de rutas seguras, con buena iluminación, una correcta disposición de los carriles y de los andenes, señalización, semaforización y solucionar los cruces viales para evitar algún tipo accidente y, dicho sea de paso, una regulación de tránsito para los ciclistas. 

En síntesis, esta pandemia es una oportunidad inmejorable para repensar la forma cómo habitamos en las ciudades y generar cambios significativos. La respuesta inteligente a la situación actual es pensar y diseñar ciudades más humanas en armonía con la naturaleza, que habitemos de manera más lógica, que nos permitan tener un estilo de vida saludable a través de la forma como nos movemos en ellas. Para esto se requiere del compromiso individual y de la voluntad de los gobernantes para promover una política pública valiente y decidida en torno a la bicicleta. Y así, concretar la ilusión de América Latina de habitar ciudades sostenibles y resilientes en un futuro que no parece tan lejano.

Foto tomada de: Minuto30

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