Las “Selvas de Mar”: entre la agonía y la supervivencia

Por: Damaris Paola Rozo López (Colombia)

Los arrecifes de coral hoy en riesgo hacen evidente la crisis climática y la responsabilidad humana para cambiar el camino de destrucción de nuestros ecosistemas marinos.

¿Qué puedes recordar de tus 6 años? A esa edad, en mi caso, no había más que un espacio de juego y aprendizaje en el colegio en donde gran parte de mí se construyó: el Gimnasio los Ángeles. Este colegio se ubica en la ciudad central de Colombia: Bogotá. Por esta razón, yo no tuve contacto con el mar en mi niñez. Mi mundo era la ciudad, aquella caracterizada por pequeñas industrias, comercios sin fin y ruido constante. Bogotá, particularmente, se caracteriza por el movimiento, la aceleración de la vida, los trancones, la contaminación y la vista permanente de edificios que nublan la existencia de la naturaleza y su esplendor. Así, a mis 6 años, las calles, el cemento y, en últimas, la ciudad y sus dinámicas eran mi realidad.

Tal vez por todo ello, la naturaleza no era de mi interés, y hasta implicaba atraso, pues la vida en la ciudad significaba algo que en mis clases llamaban progreso y desarrollo; dos conceptos que, sin saberlo o tan siquiera entenderlos, marcaban unas relaciones de poder en las que lo urbano se entendía como algo superior a lo rural, por lo que parecía, en aquella época, un privilegio ser una niña de ciudad.

Mientras yo crecía en medio de las dinámicas de ciudad, en 1998 se daba uno de los fenómenos naturales más extraños hasta entonces desconocido en el océano: el blanqueamiento masivo de coral. Este blanqueamiento indica la muerte del coral a causa del aumento de la temperatura en el mar.  La pérdida de los colores del coral se produce cuando estos animales invertebrados marinos se estresan con el cambio de temperatura del océano y expulsan a las algas microscópicas conocidas como zooxantelas, las cuales viven dentro de los corales. De esta forma, se rompe la relación simbiótica y la ayuda mutua que le permite sobrevivir a ambas especies, y mueren.

Por supuesto que a mis 6 años no conocía ni me importaba que, en Australia, China, Japón, Panamá, Tailandia, Malasia, Filipinas, India, Indonesia, Kenia, el Mar Rojo, Puerto Rico, Jamaica y Bahamas los arrecifes coralinos estuviesen muriendo, en gran medida, por aquellas prácticas de ciudad que promueven el uso de combustibles fósiles, el consumo constante y las emisiones de CO2.

La tragedia es que después de este blanqueamiento masivo global en 1998, el fenómeno no terminó, al contrario, continúa. Así, para mis 22 años ya habíamos vivido 4 episodios de blanqueamiento de corales críticos a nivel global: 1998, 2002, 2014 y 2016. Esta tendencia de pérdida ecosistémica en los océanos ha generado estudios que estiman que en los últimos 30 años el planeta ha perdido el 50% de sus corales. Además, de acuerdo a la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, en solo 4 años (2014-2017) alrededor del 75% de los arrecifes tropicales de coral en todo el mundo sufrió de estrés dadas las altas temperaturas.

En Colombia, un país basado en las actividades productivas de la extracción y obtención de materias primas como la agricultura, la ganadería, la pesca, la minería, la explotación forestal, entre otras, no hemos sido exentos del cambio de temperatura en nuestros océanos, ya que, según WWF (2018) “el 60% de los arrecifes coralinos están bajo algún grado de amenaza, 20% pueden desaparecer en la próxima década, 19% han sido destruidos y 15% se encuentran en estado crítico”.

Hoy, a mis 27 de años de edad, cuestiono profundamente que: 1) la idea de progreso y desarrollo impuesta tanto en el colegio como en la universidad es el mejor camino para la humanidad; 2) el cemento y los edificios son el mejor estilo de vida alcanzable; 3) la naturaleza y la vida en ella es subdesarrollo y; 4) para ser feliz o satisfacer mis necesidades y deseos es necesario destruir la riqueza natural y dañar los ecosistemas, aquellos a los que les debemos la vida.

Un vistazo a la interconectividad de la vida en la tierra es apenas un paso a la comprensión de la complejidad de la existencia en el planeta.  Por ello, es clave entender que los arrecifes de coral sustentan buena parte de los ecosistemas con mayor biodiversidad. Por ejemplo, las tortugas marinas, peces, cangrejos, camarones, medusas, aves marinas, estrellas de mar y otras especies animales dependen de los arrecifes de coral, debido a que estos proporcionan refugio, zona para desove – proceso de puesta de huevos por parte de las hembras de ciertos animales, especialmente peces, anfibios e insectos- y protección ante los depredadores. Por lo tanto, con el blanqueamiento de corales millones de especies oceánicas quedan en peligro de extinguirse.

Pero esto no solo afecta a las especies oceánicas, también afecta a las terrestres, en las que los humanos son especialmente vulnerables. Con el blanqueamiento de coral se afectan las formas de sustento de vida y la seguridad alimentaria, poniendo en riesgo la vida de las personas. Adicional a esto, sin los arrecifes de coral las personas quedan expuestas a los efectos implacables de las fuertes olas y las mareas altas por tormentas, ya que una de las funciones de los arrecifes es que reducen el impacto de estos dos fenómenos naturales.

Se sabe que el calentamiento global y los cambios extremos de temperatura en los océanos son las principales causas del blanqueamiento de coral. Teniendo en cuenta esto, es necesaria una acción global integral e inmediata enfocada en la reducción de las emisiones de Gases Efecto Invernadero (GEI) a partir de: detener la deforestación, transitar hacia las energías renovables, reducir el uso del automóvil, practicar una movilidad sostenible, aumentar la eficiencia energética, seguir una dieta con baja huella de carbono, convertirse en un consumidor sostenible al reducir el consumo, reutilizar los productos y reciclar, y plantar árboles que sirvan como sumideros de carbono.

La humanidad debe encaminarse a una forma de vida que vaya más allá del paradigma moderno del progreso y el desarrollo para detener el calentamiento de los océanos. Para ello, hay que reducir las emisiones de CO2, ya que los océanos absorben aproximadamente el 30% de las emisiones globales de dióxido de carbono y el 80% del calor generado por el creciente aumento de los gases efecto invernadero. De lo contrario, nuestras selvas de mar desaparecerán en menos de 30 años y, con ellas, gran parte de la biodiversidad marina.

Referencias

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