Gases de efecto invernadero: la ventana se está cerrando

Transformar la economía ya no es una opción, sino una elección indispensable.

Por: Roberto Barbiero – Agencia Provincial de Protección del Medio Ambiente (Italia)

Traducción: Wendy Toro

En el centro del cuadro hay una pequeña ventana que se cierra, revelando un paisaje de flores, agua y bosque. A su alrededor, un cielo oscuro llena el espacio. Una escalera sube a la ventana. Faltan algunas clavijas y otras se han roto. Esta es la imagen de portada del Informe sobre la Brecha de Emisiones 2022 publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente – PNUD y actualizado anualmente según la COP.

Foto: Son Fathi / Wikimedia

Se han tomado medidas muy limitadas para reducir el enorme desfase de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero – GEI de aquí a 2030, es decir, para reducir la diferencia entre las reducciones de emisiones prometidas por los distintos países y la reducción necesaria para cumplir los objetivos fijados por el Acuerdo de París sobre el clima, es decir, limitar el calentamiento global a 2°C con respecto a la era preindustrial y hacer todo lo posible para mantenerse por debajo de 1,5°C. La temperatura ya ha subido 1,1°C, el tiempo para cerrar esa brecha se acorta y la ventana se cierra.

El compromiso de aumentar la ambición de reducir las emisiones para 2030, asumido en la COP26 en 2021, se ha traducido en nuevas y actualizadas propuestas de las llamadas Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC por sus siglas en inglés) que en realidad han resultado ser de todo. Mientras tanto, las concentraciones atmosféricas de los principales GEI siguen creciendo, aunque los datos más recientes confirman que el ritmo de aumento de las emisiones de CO2 procedentes de los combustibles fósiles ha disminuido, pasando del 3% anual en la década de 2000 a alrededor del 0,5% anual en la última década. 

Se espera que las políticas actualmente en vigor, sin una acción más incisiva, conduzcan a un calentamiento global de 2,8°C y si las promesas expresadas por las NDCs se mantuvieran al menos esto permitiría una reducción de este calentamiento de sólo 0,2-0,4°C. Hay que hacer mucho más. Para mantener el objetivo de limitar el calentamiento global a 2ºC y 1,5ºC, las emisiones anuales de GEI a nivel mundial deben reducirse en sólo ocho años en un 30% y un 45%, respectivamente, respecto a las políticas actuales, para seguir disminuyendo rápidamente incluso después de 2030.

La pandemia de COVID-19 contribuyó a una drástica reducción de las emisiones mundiales de 2019 a 2020, que se redujeron en un 4,7% gracias a un fuerte descenso de las emisiones de CO2 producidas por el uso de combustibles fósiles y la industria. Sin embargo, las emisiones de CO2 en 2021 volvieron inmediatamente a los niveles de 2019, debido principalmente a la vuelta del uso del carbón.

China se confirma como el mayor emisor de gases de efecto invernadero (15 Gt CO2 eq en 2020) y lidera el grupo de economías que conforman el G20 y que son responsables del 75% de las emisiones mundiales. En cuanto a las emisiones per cápita entre las principales economías, Estados Unidos domina (14 t CO2 eq) con una cifra que duplica la de los países de la Unión Europea, que en cambio mantiene la primacía de las emisiones acumuladas desde 1750 hasta la fecha de CO2 procedentes del uso de combustibles fósiles y de la producción de cemento. En resumen, ¡las responsabilidades de las causas del cambio climático están bien repartidas entre las potencias económicas más importantes!

Aunque en la COP27 se celebra el día dedicado a la descarbonización con la presentación del informe Global Carbon Budget 2022, la lentitud con la que se avanza hacia la consecución de los objetivos de 2030 permite concluir que la credibilidad sigue siendo más bien escasa. La consecución de los objetivos de “cero emisiones” a largo plazo (2050-2060). 88 Partes de la COP, responsables del 79% de las emisiones mundiales de GEI, han indicado objetivos de “emisiones cero” a través de instrumentos legales o incluso sólo como anuncios oficiales.

La gravedad de la situación y la urgencia de actuar están recogidas en declaraciones del informe que merece la pena reseñar en su totalidad: “La tarea que tiene el mundo por delante es inmensa: no se trata sólo de identificar objetivos más ambiciosos, sino también de mantener todos los compromisos adquiridos. Esto requerirá no sólo cambios incrementales sector por sector, sino cambios amplios, a gran escala, rápidos y sistémicos. No será fácil, dada la presión sobre los responsables políticos a todos los niveles. La acción climática es imperativa en todos los países, pero debe aplicarse simultáneamente con todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible – ODS”

Una transformación de la economía, y del sistema energético en particular, ya no es una opción sino una elección indispensable. Hay que acelerar la acción en los sectores más responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero: la producción de energía, la industria, el transporte y la construcción con intervenciones que prevean diferentes niveles de responsabilidad entre los gobiernos nacionales y locales, la cooperación internacional, los ciudadanos, las empresas, los inversores y los bancos. 

Se sugieren algunas acciones clave, como evitar las inversiones en nuevas infraestructuras intensivas en combustibles fósiles, promover nuevas tecnologías y nuevos instrumentos de mercado. A continuación, el informe hace hincapié en el papel del sistema de producción de alimentos y del sistema financiero, destacando el gran potencial de mejora de los actuales objetivos de mitigación en estos ámbitos.

El sistema de producción de alimentos es responsable de un tercio de las emisiones mundiales de GEI (se calcula que entre el 8 y el 10% se debe al desperdicio y el despilfarro de alimentos), pero también produce un fuerte impacto medioambiental al contribuir a la deforestación, la pérdida de biodiversidad y el agotamiento del agua y el suelo. Transformar el sistema de producción y consumo de alimentos pasa por educar en dietas sostenibles, proteger los ecosistemas naturales y los suelos, mejorar la calidad de los alimentos producidos y descarbonizar la cadena de producción. Son acciones indispensables para garantizar la salud y la seguridad alimentaria de todos.

Por último, se hace una fuerte referencia al papel del sistema financiero, entendido como una red de instituciones públicas y privadas, cuyas inversiones hasta ahora han sido insuficientes para apoyar las políticas de transición. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático – IPCC por sus siglas en inglés -, ha calculado que las inversiones actuales para acciones de mitigación deberían aumentar entre tres y seis veces, e incluso más para los países en desarrollo. Entre las acciones consideradas prioritarias se encuentran, por ejemplo, la introducción de un precio del carbono, la movilización de los bancos centrales en acciones coordinadas, el aumento de la eficacia de los mercados financieros y la creación de nuevos mercados para impulsar la innovación y la tecnología baja en carbono.

Una rápida transición del sistema económico y financiero requiere, en última instancia, enfoques coordinados y cooperativos, adaptados a los diferentes contextos nacionales y regionales, con el apoyo público indispensable para garantizar los principios de equidad y justicia dentro de los propios países y entre ellos. Veremos si en los próximos días el debate sobre estos temas permite avanzar de forma significativa y se traduce en propuestas concretas.

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