El Día de la Tierra: ¿será esta una celebración más en nuestro calendario?

Por Jimena M. Solano Acuña.

Hace medio siglo surgió la celebración del “Día Internacional de la Madre Tierra”, iniciativa que después de dos años de simposios, conferencias de estudiantes, profesores y científicos de los Estados Unidos resultó en la primera manifestación oficial a favor del ambiente. El 22 de abril de 1970 el senador y activista Gaylord Nelson, logró reunir dos mil universidades, diez mil escuelas y centenares de comunidades con el fin de crear una agencia ambiental.[1] Desde entonces, cada año en dicha fecha, ciudadanos alrededor del mundo toman conciencia sobre los problemas ambientales que nos acechan hoy en día y la importancia de proteger la naturaleza.

No es ciencia oculta que el detrimento de nuestra casa común data desde el siglo XIX; sin embargo, la concentración de gases comienza a aumentar de forma drástica después de la segunda guerra mundial, sumado a la globalización de la economía y a la unión de China a la organización Mundial del Comercio en el 2001. De igual forma, no es secreto para nadie que las principales fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero son la minería de carbón, el derretimiento del permafrost[2], las plantas de carbono, los procesos industriales, la agricultura industrial, la ganadería, los medios de transporte que tienen como base los combustibles fósiles, la producción y extracción de petróleo, y por último la quema de cultivos y de bosques, aumentando cada vez más la temperatura de la tierra.

De acuerdo con los últimos datos ofrecidos por la ciencia, estamos emitiendo cada 24 horas, 152 millones de toneladas de polución a nuestra atmosfera[3]. Es decir, la energía atrapada producida por los seres humanos, causada por la contaminación que afecta y produce el calentamiento global es equivalente a explotar 500,000 bombas atómicas como la de Hiroshima por día, los 365 días del año.[4] En el año 2019, los registros de calor de todos los tiempos han llegado a su record en 361 ubicaciones en todo el mundo[5], y desgraciadamente el 93% de ese calor extra atrapado en nuestra tierra termina en nuestros océanos[6],lo que resulta en tres fatalidades. La primera y más evidente para todos, es el efecto nocivo y concatenado para los ecosistemas marinos. En segundo lugar, un incremento en la intensidad de las catástrofes, a causa de que las corrientes en chorro tienen canales más empinados y crestas más altas[7], lo que aumenta las posibilidades de eventos de mayor duración tales como inundaciones, olas de calor y en tercer y último lugar, la alteración del ciclo del agua: evaporación, condensación y precipitación. Conforme la temperatura aumenta, los océanos evaporan mucha más humedad hacia el cielo, ¿y que es lo que sucede? Las anomalías en las precipitaciones aumentan con el pasar del tiempo, por ejemplo, a modo global las inundaciones y lluvias extremas hoy en día ocurren 4 veces más que hace 40 años.[8] Finalmente, el 2019 fue el segundo año más caliente de la historia medido por los científicos.[9] Las consecuencias mencionadas con anterioridad tiene como característica común afectar los ciudadanos más necesitados económica y socialmente hablando, lo que nos posiciona una vez más en una crisis que amerita un enfoque de justicia climática.

Frente a estas pocas estadísticas que son una pincelada de nuestra realidad ¿cómo consagramos solamente unas horas para meditar sobre la crisis en la que está en juego la biodiversidad, los ecosistemas, los seres humanos, es decir la tierra en todo su conjunto? ¿No creen ustedes que todos los días deben de ser dedicados a ver de qué forma podemos aportar nuestro grano de arena para poder generar un impacto positivo y cambiar el rumbo de nuestra historia desde nuestros propios círculos?

Por supuesto que en este momento se pueden venir muchas preocupaciones que nos perturban el accionar, y para solo enumerar algunas de las más frecuentes que en algún momento u otro he pensado: ¿qué podemos hacer si es un problema demasiado complejo y grande para una persona como yo?, ¿qué puedo hacer cuando los países que emiten más gases tienen poco interés en cambiar su actuar?, ¿qué puedo hacer cuando las decisiones que tienen un impacto real tienen que pasar por nuestro sistema político que muchas veces responde a otro tipo de intereses? Y creo que la manera más fácil de entender la realidad es que “cada fracción de un grado de calentamiento adicional hace una gran diferencia y, por lo tanto, cualquier reducción en las emisiones atenúa la carga del futuro.”[10] Es hora de cambiar el chip: toda acción por más pequeña que sea cuenta.

Un día como hoy nos permite ver hacia atrás, pero también nos recuerda mantener nuestra mirada fija en la meta: reducir nuestras emisiones a un 50% para el 2030 y alcanzar la carbono neutralidad[11] en el 2050 si queremos mantener la temperatura de la tierra a 1.5 C° y tener una segunda oportunidad como humanidad. De igual manera un día como hoy nos recuerda que ya hemos avanzado en este caminar. Tenemos el Acuerdo de París, también conocido como la Constitución del Ambiente, instrumento jurídico y diplomático que permite a las personas y de manera más específica a los Tribunales y Gobiernos, defender de manera responsable y urgente la naturaleza. Asimismo, cabe recordar el Acuerdo de Escazú[12], adoptado en Costa Rica en el 2018, el cual debe de ser ratificado por tres países más para entrar en vigencia. Este instrumento permitirá, “un acceso a la justicia en asuntos ambientales para la ciudadanía, entregar una real protección a los defensores ambientales, garantizar la participación de la sociedad civil en la toma de decisiones ambientales y accesar información ambiental, real y transparente.”[13]

Esta fecha igualmente nos recuerda que el avance tecnológico y económico de las energías renovables es cada vez más grande y fuerte, dejando de lado a pasos agigantados la industria de los combustibles fósiles. Como muestra de esta realidad se observa de manera recurrente el cierre de plantas de carbono en países como Estados Unidos, las legislaciones de 18 naciones se transformarán con el fin de prohibir los vehículos que tengan como fuente energética los combustibles fósiles,[14] 25 países se han comprometido a comprar buses de cero emisiones empezando en el 2025[15], mientras que Shanghai, Shenzen y China ya están comprando solamente buses eléctricos.

Finalmente, un día como hoy nos permite voltear la mirada y escuchar con atención a las voces que por mucho tiempo han sido ignoradas y silenciadas en esta crisis que los afecta y afectará en mayor medida: la comunidad indígena y los jóvenes. El participar de la marcha que se dió el día viernes 7 de diciembre del 2019 en el centro de la capital española, que tuvo como principales líderes a ambos grupos previamente enunciados, me demostró la fuerza y determinación que caracteriza a la raza humana cuando se trata de la sobrevivencia. Medio millón de personas se manifestaron para demostrar que es una problemática de vida o muerte, de derechos humanos, que amerita de una solución urgente. El sentimiento que imperó fue de frustración y de esperanza. Frustración, porque a pesar de que conocemos los hechos, de que sabemos que lo que está en juego son las vidas, de que no podemos seguir en un mismo sistema antorpocentrista[16], siguen muchas personas sin actuar comprometidamente y líderes de naciones haciendo caso omiso de la existencia del cambio climático. Pero de igual manera, un profundo sentimiento de esperanza, porque vivimos la gran mayoría en países con sistemas democráticos, en donde en teoría, el poder reside en la nación y las oportunidades para participar y ejercer presión aún son permitidas y muchas veces apoyadas.

Estamos en un momento sumamente crítico, nuestra casa común está en llamas, y depende de nosotros el posicionarnos en el lado correcto de la historia y no solo ser un espectador más en tan delicada coyuntura. “Ante el cambio climático, todos debemos ser optimistas, no porque el éxito esté garantizado sino porque el fracaso es impensable.”[17] Yo continuaré mi trabajo por alcanzar la justicia climática y el desarrollo sostenible desde la política nacional, comisiones de trabajo a nivel universitario, la academia y el derecho, incorporando las voces de aquellos que se ven más afectados en las discusiones que se presenten. El momento de actuar es ahora, ¿te animás?

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