Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía

Por: David Barreiro (Argentina)

Cada 17 de junio tenemos el compromiso y la necesidad de reflexionar y concientizarnos acerca de las iniciativas, tanto individuales como colectivas, a nivel local, nacional e internacional, que buscan mitigar, revertir y combatir tanto la desertificación como la sequía.

Esta fecha nos brinda una oportunidad única para recordar que aún estamos a tiempo de neutralizar la degradación de los suelos mediante la búsqueda de soluciones y con una firme participación de la comunidad y cooperación en todos los niveles.

En 1994, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró oficialmente esta fecha de celebración como instrumento para fomentar medidas inmediatas a favor de nuestros suelos y detener los efectos de estos fenómenos. Posteriormente, se creó la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación para trabajar globalmente en programas de acción para frenar el creciente deterioro de los suelos a causa de la desertificación y la sequía.

La desertificación es entendida como la degradación de la tierra en las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas (que no incluye el avance de los desiertos existentes), y que es provocada fundamentalmente por las actividades humanas y las variaciones climáticas. Esta problemática tiene relación con la vulnerabilidad de los ecosistemas de zonas secas, que cubren un tercio de la superficie del planeta, a la sobre-explotación y el uso inadecuado de la tierra, a lo cual se suma la pobreza, la inestabilidad política, la deforestación, el sobrepastoreo y las malas prácticas de riego que afectan negativamente a la productividad del suelo.

Por otra parte, se considera a la sequía como el fenómeno que se produce naturalmente cuando las lluvias son considerablemente inferiores al régimen de precipitación promedio, medido y registrado en determinada zona, y en función de la época y la variabilidad climática regional; causa un agudo desequilibrio hídrico que perjudica a los sistemas de producción.

Dentro de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, se encuentra el Objetivo 15 (vida de ecosistemas terrestres), el cual plantea que la comunidad internacional está decidida a “proteger el planeta contra la degradación, incluso mediante el consumo y la producción sostenible, la gestión sostenible de sus recursos naturales y medidas urgentes para hacer frente al cambio climático, de manera que pueda satisfacer las necesidades de las generaciones presentes y futuras.”

En Argentina, las zonas áridas, semiáridas, y subhúmedas secas representan cerca del 75% de la superficie; y de esa extensión el 81% sufre un proceso de degradación generalmente ligado a acciones antrópicas. La situación es preocupante dado a que la desertificación progresa a un ritmo anual de 650.000 hectáreas, en países como Argentina, según datos oficiales.

Argentina cuenta con 2.780.400 km2 de superficie, lo que la coloca como la octava nación con más territorio del mundo. En contraposición, sólo cuenta con 44 millones de habitantes (según un cálculo estimado del gobierno nacional), hecho que clasifica al país en el puesto número 31 en el ranking mundial de población. Esto significa que hay grandes extensiones de tierra para explotar pero, por diversos motivos, el país no hace un uso responsable de sus recursos y se avecina una fuerte expansión de la desertificación e improductividad de las grandes extensiones de tierras.

Argentina se encuentra entre los Estados que suscribieron la Agenda 2030, y a su vez, cuenta con un Programa de Acción Nacional, dependiente del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable, que lleva adelante estudios y actividades en torno a esta problemática.

¿Sabías qué?

  • 2.600 millones de personas, a nivel mundial, dependen directamente de la agricultura, pero el 52% de la tierra empleada para esta actividad se ha visto moderada o gravemente afectada por la degradación del suelo.
  • La degradación del suelo afecta a 1.500 millones de personas en todo el mundo.
  • La pérdida de tierra cultivable es 30 o 35 veces superior a la tasa histórica.
  • Cada año se pierden 12 millones de hectáreas (23 hectáreas por minuto), como consecuencia de la sequía y la desertificación.
  • El 74% de las personas en situación de pobreza son directamente afectados por la degradación del suelo a nivel mundial.

¿Cómo podemos colaborar?

La medida más eficaz engloba la óptima planificación en los usos del suelo a nivel local que incluya gestión de los recursos hídricos, planificación de actividades ganaderas y agrícolas menos agresivas, aplicación de técnicas agrícolas de barbecho (periodo de descanso de una parcela de tierra que le permite al suelo recuperarse de las siembras anteriores y controlar su desgaste a través de los períodos vegetativos), aplicación de tipo de cultivos adecuados para las condiciones del suelo, gestión de los bosques, restauración y fertilización de la tierra, entre otras.

La prevención eficaz de la desertificación requiere que tanto el manejo en el nivel local como los enfoques de las políticas en el nivel macro promuevan la sostenibilidad de los servicios de los ecosistemas. Es recomendable centrarse en la prevención, debido a que las tentativas de rehabilitar las áreas desertificadas son costosas y tienden a producir resultados limitados.

A menudo usamos la tierra como si fuera un recurso ilimitado, ignorando su papel en nuestra vida cotidiana. Esta negligencia amenaza el suministro de alimentos y de agua, la biodiversidad e incluso la seguridad humana en sí misma.

Las decisiones y elecciones que tomamos hoy determinan el escenario de nuestro futuro en el marco de un desarrollo sostenible.

Este año Naciones Unidas propone el eslogan “La tierra es valiosa. Invierte en ella”, donde se convoca a rechazar el uso insostenible de la tierra y a invertir en su futuro.

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