Debemos posicionarnos en el lado correcto de la historia y no solo ser un espectador

Por Jimena Solano.

Yo tengo 20 años y estudio derecho en la Universidad de Costa Rica. Estoy participando por primera vez en una COP, con la delegación costarricense en representación de la Red de Juventudes y Cambio Climático de mi país. No tengo duda en que el tema que nos reúne a casi 200 naciones en Madrid, es el mayor desafío al cual nos enfrentamos como humanidad; y por consiguiente, no es para menos la relevancia de la Cumbre para todos los ciudadanos del mundo. Vengo de Latinoamericana, una región diversa, desigual y vulnerable. Pero también es una región con muchísimas riquezas naturales, a las cuales no siempre se les da el mejor cuido, y en numerosas ocasiones se vulneran. Como persona joven y futura abogada me siento sumamente privilegiada de poder formar parte de la Conferencia puesto que, a diferencia de muchos latinoamericanos, aún no debo de luchar por mi vida para poder sobrevivir. Mas por esto, la responsabilidad que recae sobre mis hombros y en los de todos los aquí presentes es muy grande, debido a que, aquellos que sí tenemos voz y capacidad de incidencia en nuestros distintos espacios, tenemos el deber moral de llevar ese sufrimiento y angustia a la toma de decisiones para que se haga de la forma más rápida y eficiente posible. Sin embargo, el participar de diversas reuniones, las cuales fungen como base para las negociaciones, me demuestra que estamos inmersos en un sistema sumamente formalista y poco eficaz. Sistema que no se mueve a la misma velocidad del fenómeno que nos acecha. Y aquí, es fundamental el rol de la sociedad civil para presionar un cambio de voluntad de aquellos países que siguen interponiendo obstáculos para la toma de decisiones. Ser parte de la misma, y participar de la marcha que se dio el día viernes 7 en el centro de la capital española, me demuestra la fuerza y determinación que nos caracteriza como humanidad, en donde medio millón de personas se manifestaron para demostrar que es una problemática de vida o muerte, de derechos humanos, de jóvenes, de indígenas, una lucha que amerita una solución inmediata. Quiero creer que más allá de los intereses políticos y económicos de los respectivos países queda un corazón capaz de sentir empatía y de actuar conforme a esa empatía. De no ser así, nosotros, los jóvenes del mundo sufriremos las consecuencias que pudieron haberse evitado si hubiese habido voluntad política por parte de los negociadores y los países a los que representan. Es un hecho que después de 24 cumbres el avance real es pobre y la urgencia es palpable, intensificándose con prontitud cada vez más. A causa de lo anterior, deben de surgir líderes de todos los sectores sociales con la habilidad de despertar aquellas conciencias que continúan dormidas, que se animen a ser actores del cambio, puesto que, sin duda, la esperanza también está puesta en nosotros: los ciudadanos del mundo. Cada uno de acuerdo a su capacidad debe de ser parte y no esperar a que otros tomen la batuta. Yo continuaré mi trabajo desde la política estudiantil y nacional, la academia y el derecho, incorporando las voces de aquellos que se ven más afectados en las discusiones que se presenten. Estamos en un momento crítico, y está en nosotros posicionarnos en el lado correcto de la historia y no solo ser un espectador más en tan delicada coyuntura. El momento de actuar es ahora, ¿te animás?

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