Capacidades e inequidades a la par en Latinoamérica: Calidad del aire como ejemplo

Por: Maria Daniela Castillo (Colombia)

A propósito del más reciente estudio que hice con un grupo de investigadores en Washington DC, Estados Unidos, y que está disponible ahora en preimpresión, titulado Estimación de las inequidades intraurbanas en los impactos en la salud atribuibles a PM2.5: un estudio de caso para Washington, DC, hay algunas enseñanzas y reflexiones importantes comparativas del Norte y Sur Global, que  nos dejan mucho en qué pensar. 

La contaminación del aire en las ciudades, aunque es algo que previmos, es una preocupación creciente debido al crecimiento demográfico, las migraciones del campo a la ciudad, y la consiguiente rápida urbanización. Sin embargo, sabemos que:

  • La contaminación del aire se considera el principal factor de riesgo ambiental y uno de los principales factores de riesgo general de mortalidad a nivel global. 
  • Una extensa literatura epidemiológica revela fuertes asociaciones entre el material particulado de diámetro aerodinámico menor de 2.5 μm (PM2.5) y los resultados de mortalidad y morbilidad, incluidas las enfermedades cardiovasculares y respiratorias, y la incidencia y exacerbación del asma. 
  • La literatura emergente también sugiere asociaciones con resultados de salud adicionales, como lo son la diabetes, los cambios neuronales y cognitivos, el bajo peso al nacer, e incluso con la salud mental, la felicidad y el bienestar general de las personas.
  • Estos efectos en la salud son más predominantes en poblaciones vulnerables, como lo son los adultos mayores y las comunidades de bajos recursos. 

A pesar de esto, a nivel mundial aún no tenemos las suficientes herramientas para identificar exactamente quienes son los más afectados, puesto que hay insuficiencia de recolección de datos y disponibilidad de los mismos. Por ejemplo, en este momento no logramos saber cuál es la ciudad del mundo con los mayores niveles de contaminación de aire. Aunque tenemos una idea de qué países tienen ciudades con altos niveles de contaminación, es muy posible que hayan pequeñas ciudades donde hay altos niveles de emisión de contaminantes por industrias pero estos no son identificados, puesto que no hay un monitoreo constante y/o confiable (Ver artículo por Martin et al., 2019).

La injusticia ambiental sucede cuando existen comunidades desatendidas en las cuales no se invierten recursos para proteger a las personas de exposiciones perjudiciales para la salud de contaminantes, ya sea en aire, agua, o en el mismo suelo. Del mismo modo, por la falta de presencia institucional y desigualdad social, en estas comunidades tiende a haber más acciones contaminantes sin regulaciones, como por ejemplo,  el uso de combustibles de mala calidad para los automóviles, o industrias contaminantes cerca a lugares con un gran flujo de personas a diario, como los colegios. Es por esto que abordar la injusticia ambiental requiere información sobre los niveles de exposición a la contaminación del aire dentro de las comunidades en riesgo. Desafortunadamente, esto está más allá de la intención y la capacidad de las redes existentes de monitoreo de calidad de aire, sobretodo en países con economías emergentes. 

Aunque es más difícil regular estas emisiones y atacar de fondo los problemas de justicia ambiental en países emergentes, la injusticia ambiental, y por ende los problemas en la inequidad en incidencia de problemas de salud, se dan a nivel global. En Washington DC, EEUU, por ejemplo, investigaciones han encontrado que la atribución de fuentes de emisiones en escala fina puede revelar injusticias ambientales que pueden quedar ocultas cuando se utilizan datos a una escala más amplia. Afortunadamente, se han empezado a implementar nuevas técnicas de monitoreo y modelación (como el uso de equipos de bajo costo y el uso extensivo de información satelital) de datos para caracterizar y monitorear la calidad de aire a resoluciones espaciales muy finas. Los datos de enfermedad de línea de base a escala fina caracterizan mejor la susceptibilidad y las disparidades de los subgrupos de población, lo cual, es necesario para ayudar en la formulación de políticas para reducir las inequidades en la salud urbana. De esta forma, los resultados de nuestro estudio indicaron que, la caracterización cuantitativa de las diferencias a escala de barrio en los riesgos para la salud en relación con el PM2.5, continuaría beneficiándose de los avances en la información de resolución fina, tanto de concentración de PM2.5, como de las tasas de incidencia de enfermedades a nivel de barrio.

En un país como EEUU, las concentraciones de PM2.5 han estado disminuyendo desde 1990 debido a políticas ambientales efectivas, como el uso de filtros en los carros. Sin embargo, el PM2.5 todavía contribuye con 60,000-100,000 muertes prematuras cada año, y estos riesgos para la salud relacionados con la contaminación del aire continúan teniendo una distribución desigual, es decir no todas las personas son afectadas de igual manera a través del espectro. Si esto sucede en países con altos ingresos, donde existen investigadores involucrados en todo el país en monitoreo de calidad de aire utilizando sensores de alto costo, modelos químicos, e información satelital, ya se podrán imaginar el nivel de desigualdades en países donde este monitoreo es casi inexistente. 

Si bien se ha demostrado que algunas intervenciones y políticas, por ejemplo, un mayor acceso a infraestructura para la bicicleta como medio de transporte, mejoran la salud y el bienestar de las personas, no existe un camino claro para garantizar que las intervenciones tengan éxito. Además, la mayoría de las investigaciones se han realizado en el Norte Global (p.ej. en Norte América y Europa). A pesar del nivel de urbanización de América Latina (con alrededor del 80% de su población viviendo en entornos urbanos en 2012) y las desigualdades sociales y demás formas de segregación, esta región ha sido menos estudiada. En Latinoamérica se han venido estableciendo alternativas de transporte y uso de la tierra para atender a algunas de las poblaciones más aisladas y desatendidas. Mientras estas acciones han sucedido como respuesta a las necesidades sociales más pertinentes del momento, como mover gente y proveer oportunidades de vivienda en ciudades densamente pobladas, hasta hace relativamente poco estas intervenciones han sido estudiadas por sus impactos en la salud pública de sus habitantes. 

Dos ejemplos notables de iniciativas que empezaron por distintos motivos y hoy en día proporcionan un sinnúmero de beneficios económicos, sociales, ambientales, y de salud, son los teleféricos y las Ciclovías. En el caso de los teleféricos, un medio de transporte innovador y creciente en áreas geográficamente desafiantes, solo los sistemas en Medellín (Colombia) y La Paz-El Alto (Bolivia) han sido evaluados por sus impactos ambientales y de transporte. Actualmente, Salud Urbana en América Latina (SALURBAL / Urban Health in Latin America), una colaboración interdisciplinaria y multinacional, está estudiando los efectos del sistema de teleférico recientemente implementado en Bogotá, Colombia, incluidos los determinantes sociales de la salud (exposición a la contaminación del aire en microambientes, accesibilidad al transporte, acceso a instalaciones recreativas y culturales, empleo, capital social y tiempo libre), resultados de salud (calidad de vida relacionada con la salud, enfermedades respiratorias y homicidios) y actividad física. 

Por otro lado, América Latina es la región con mayor número y mayor duración de eventos de Ciclovía, habiendo sido la de Bogotá fundada en 1974 y alcanzando hasta 1,7 millones de participantes por evento. Originalmente se planearon para promover la actividad física y la integración social en las ciudades. Sin embargo, recientemente han mostrado beneficios colaterales al promover modos de transporte activos y aumentar la accesibilidad a parques e instalaciones recreativas. Los programas de ciclovía están asociados con una menor exposición ambiental a la contaminación del aire y la contaminación de ruido, y por ende con una mejor calidad de vida. Además de los beneficios directos para la salud, también promueven el uso de la bicicleta como medio de transporte, promoviendo la infraestructura de bicicletas existente, proporcionando clases de ciclismo y reparación de bicicletas, exposiciones, alquileres, actividades de concienciación sobre el uso de bicicletas para el transporte y eventos de masas críticas. Además de ayudar a las poblaciones a alcanzar los niveles recomendados de actividad física, las ciclovías tienen el enorme potencial de disminuir las desigualdades en el acceso a las instalaciones recreativas al conectar diferentes áreas de ingresos y parques, y promover modos de transporte sostenibles. Es decir, en resumidas cuentas, las Ciclovías son unos eventos que proporcionan ganancias para las ciudades y sus habitantes en todos los aspectos. 

Sabiendo entonces que hay una necesidad explícita en obtener resultados específicos no solo de las ciudades, sino de las comunidades en las que queremos tener impacto, tal vez sea hora de poner un poco más de atención a aquellas intervenciones a las que les hemos dedicado tanto tiempo pero habíamos tildado de “simples” y verlas como las verdaderas innovaciones que fueron hace décadas y siguen siendo hoy. Las ciudades de América Latina, y el Sur Global en general, tienen mucho para ofrecerle a ciudades de todo el mundo en materia ambiental y social. Aquellos países en los que llevamos tanto tiempo luchando por causas sociales, tenemos muchas lecciones y enseñanzas que seguir aplicando internamente y que compartir con otros países que seguramente en los próximos años atravesarán ciertos retos económicos y sociales como lo hicimos nosotros. De esta forma, las experiencias del Norte y las colaboraciones Sur-Sur, con aplicaciones a nivel local, son de gran valor hoy en la lucha conjunta contra problemas ambientales, sociales y de salud pública. 

Fotos tomadas de Otra Parte.org y Agora diario

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