¿Creyentes o creíbles?

¿Están los líderes religiosos a la altura del desafío climático? ¿Qué han hecho? ¿Qué están haciendo? ¿Qué van a hacer? ¿Serían valiosos sus esfuerzos? Una mesa redonda abierta de la Zona Verde planteó estas preguntas a tres líderes religiosos ingleses.

Por Elisa Lunardelli

Traducción: Mariano Figuera

“¡Todos, vamos! ¡Rápido, hay una emergencia! “Este es el papel que deben asumir los líderes religiosos: ser los que sienten el humo en la sala y alzar la voz para que la gente sea consciente de la urgencia y esté dispuesta a actuar. La alarma ya ha saltado, el fuego está aquí, pero todavía la gente se muestra escéptica ante la evidencia, es incapaz de cambiar y tiene dudas sobre el hecho de que su contribución, junto con la de otros, vaya a marcar la diferencia.

Ayer, la Zona Verde acogió un panel realmente intrigante en el que tres líderes religiosos debatieron de forma crítica su posición y compromiso en la lucha contra el cambio climático. Los tres ponentes del acto fueron el rabino jefe Ephraim Mirvis, la obispa de Reading Olivia Graham y el imán Sayed Ali Abbas Razawi. Todos coincidieron en la importancia de vivir en armonía con la naturaleza, de amar al prójimo, en especial a los que están más cerca de nosotros, y en definitiva de honrar el privilegio de ser los guardianes de nuestro planeta. Pero si las premisas de estos tres representantes son las mismas, ¿cómo estas ayudan en la práctica a enfrentar los desafíos climáticos?

Las preguntas planteadas por el presidente, el director general del Consejo Judío de la Commonwealth, Clive Lawton, fueron profundas y al grano: ¿cuál debe ser su papel? Quedó muy claro que no es el momento de ser sólo creyentes, sino que es necesario ser también dignos de confianza.

Los representantes de las tres comunidades hablaron de forma honesta y directa: todavía no están haciendo lo suficiente. Definitivamente es necesario pasar de los pensamientos a la acción. Sugirieron animar a la gente a cambiar su enfoque del consumo y a cuestionar sus elecciones diarias tratando de hacer elecciones sostenibles. Inspirados por notorias figuras religiosas, los individuos deben estar dispuestos a sacrificar algunas de sus comodidades y abrazar la causa sin concesiones. La educación es la clave para lograrlo, pero el camino es largo y el tiempo se agota.

Junto a estas soluciones a medio y largo plazo, los representantes de las distintas confesiones religiosas señalaron lo que ya están haciendo, a escala global y a escala local: algunos llevan muchos años avanzando, otros son más prudentes, otros se van sumando poco a poco y otros todavía se resisten. El camino es largo, pero su presencia en la COP26 da esperanzas de que el compromiso de las comunidades religiosas pueda aumentar y extenderse de forma simplificada por todo el mundo, dondequiera que se encuentren sus fieles.

El tema central del panel fue la cuestión de qué enfoque deben adoptar los líderes religiosos para tener éxito. El obispo Graham informó sobre el creciente número de “obispos ecológicos” en la Iglesia de Inglaterra y cómo esto ha afectado positivamente al debate y la acción en torno a las cuestiones climáticas. Por otro lado, el rabino Mirvis sugirió que un líder debe ser primo inter pares y ser el primero en poner en práctica aquello en lo que cree. El imán Razawi destacó la importancia de la cooperación y el apoyo a quienes ya trabajan en la sociedad para construir un futuro mejor. Su papel es ser un buen ejemplo y, por consiguiente, influir en sus seguidores. En resumen, deben ganar credibilidad y convertirse en verdaderos líderes.

La carta que puede jugar la religión es que no está ligada a un país concreto, por lo que puede y debe ayudar en el proceso de cooperación y negociación. En esta dirección, por ejemplo, existen instrumentos financieros islámicos como los sukuk verdes, bonos sujetos a la sharia, que se utilizan para promover el desarrollo socialmente responsable. El Papa Francisco también está dedicado a la causa: su compromiso es irrevocablemente explícito debido a su encíclica Laudato Si, publicada en 2015. Y, más recientemente, ha reunido en la Ciudad del Vaticano a una serie de líderes religiosos y les ha presionado para que lancen juntos una voz en la COP26 y sean fieles a sus intentos y aliento, y se conviertan en guías y ejemplos fiables para sus fieles.

Las condiciones previas son inequívocas: las cuestiones climáticas son cuestiones religiosas, el cuidado del planeta es un mandamiento y un honor, el sentimiento de que una sola comunidad humana ha fracasado. No hemos hecho lo suficiente, los líderes del 80% de los hombres y mujeres que se supone que son creyentes no han hecho lo suficiente. Es el momento de la transformación, de la cooperación, partiendo de lo local a lo global. Es hora de actuar y construir las respuestas a las preguntas que se harán nuestros nietos: “¿qué es este mundo? ¿dónde estabas? ¿qué has hecho?”. La inacción no es una opción, ni siquiera una opción religiosa. Citando al Imán Razawi: “si tenemos esperanza, podemos mover las montañas… ¡o tal vez podamos dejarlas donde están!”

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