Combatir el calentamiento global empezando por los alimentos

Por Gloria Malerba

Traducido por Tatiana Chaparro

Edimburgo se ha convertido recientemente en la primera capital europea en firmar el Tratado Basado en Plantas, un documento que pretende situar el sistema alimentario en el centro de la lucha contra el cambio climático.

Ahora está claro cómo, más allá del uso de combustibles fósiles, la industria de producción de alimentos es actualmente uno de los principales contribuyentes al aumento de los gases de efecto invernadero, aportando más de un tercio de las emisiones mundiales.

En concreto, el 35% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero son de metano, provocadas en gran medida por la proliferación de granjas de animales implantadas para satisfacer la creciente demanda asociada al consumo de carne. Reducir las emisiones de metano es la única alternativa viable para evitar un aumento de la temperatura de 1,5 grados por encima de los niveles preindustriales, que científicos de todo el mundo señalan como el valor a partir del cual no habrá vuelta atrás, y que acarreará numerosas consecuencias negativas para nuestro Planeta, entre ellas un aumento de los fenómenos meteorológicos adversos.

Con este fin nació el Tratado Basado en Plantas, un acuerdo surgido de un movimiento de base con el objetivo de detener la degradación de los ecosistemas causada por la agricultura y la producción de piensos, promover un cambio hacia dietas basadas en plantas más saludables y sostenibles y revertir los daños causados. Renunciar, reorientar y restaurar son los términos clave en los que se basa el documento: renunciar a seguir utilizando la tierra para los fines de las industrias ganadera y pesquera, reorientar hacia un sistema alimentario basado en las plantas en lugar de los animales, y restaurar los ecosistemas clave, en particular los bosques, y los océanos, renaturalizando los paisajes.

En este contexto, el Tratado Basado en Plantas parece esencial, precisamente por centrarse en el sistema alimentario. El anterior Acuerdo Global sobre el Clima de París, de hecho, guarda silencio sobre el tema de la industria alimentaria, a pesar de que se es consciente del fuerte impacto que tiene en el medio ambiente. Adoptado en 2015, este acuerdo ya fijaba el objetivo de limitar el aumento de la temperatura por encima de 1,5 grados para evitar las consecuencias más catastróficas del calentamiento global. Deja en manos de cada Estado la elección de los métodos que considere más eficaces para alcanzar este resultado, pero pocos gobiernos se han planteado la transformación del sistema alimentario, que, de hecho, en muchos casos, se ha visto obstaculizada.

Sucumbiendo a las carencias del Acuerdo de París está el Tratado Basado en Plantas: individuos, organizaciones, empresas y ciudades están llamados a actuar, ya que un problema global solo puede resolverse mediante una acción igualmente amplia. En concreto, la adhesión al tratado implica, entre otras cosas, la eliminación de los platos de carne de los menús de escuelas, hospitales públicos, comedores y prisiones.

En el caso de Edimburgo, Steve Burgess, líder del ayuntamiento de la ciudad, dejó claro que, de hecho, los platos de carne no se eliminarán totalmente, sino que se mantendrán como opción secundaria. También indicó su intención de escribir al primer ministro escocés para animar al gobierno a adherirse al tratado también a nivel nacional.

En cambio, ¿cuál es la situación italiana? La persona de contacto del Tratado Basado en Plantas para Italia es el activista Simone Scampoli. Está intentando movilizar tanto a particulares como a entidades más organizadas, con el objetivo de conseguir que se unan al tratado el mayor número de personas posible. De este modo, espera establecer vínculos también con las instituciones políticas, para poder desarrollar una intervención más específica y exitosa.

Aunque Italia aún no ha decidido adoptar el Tratado Basado en Plantas a nivel nacional, es importante señalar que la alimentación basada en plantas está experimentando, no obstante, un crecimiento. Según un estudio realizado por BVA-Doxa para la Unión Alimentaria Italiana, el 54% de los italianos compra productos vegetales y el 21% lo hace habitualmente.  En realidad, al referirse a una dieta basada en plantas, la investigación indica una dieta flexible y no vegetariana o vegana en sentido estricto.  Esta elección la hacen cada vez más personas, tanto para proteger el medio ambiente como para mejorar su salud. La preferencia por los productos vegetales, aunque no sea exclusiva, sigue siendo pertinente y es indicativa de la toma de conciencia por parte de cada vez más individuos de la necesidad de hacer todo lo posible para frenar los daños causados por el cambio climático.

Sin embargo, no todas las alternativas de bajo impacto son aceptadas. Tal es el caso de los productos alimenticios elaborados con polvo de grillo, que a partir de finales de enero podrán venderse y comprarse libremente en toda Europa, según un reglamento de la Comisión Europea publicado en el Diario Oficial el 3 de enero de 2023. Esta decisión se tomó especialmente por el bajo impacto medioambiental de estos productos, así como por su alto contenido en proteínas, que podrían constituir una alternativa para quienes quieran reducir el consumo de carne. Sin embargo, la mayoría de los italianos se mostraron contrarios a la introducción de estos alimentos, aunque ya se consumen habitualmente en otras partes del mundo.

Independientemente de estas posturas, es innegable la necesidad de cambiar, al menos en parte, los hábitos alimentarios establecidos. Si se quiere frenar el cambio climático y mitigar sus efectos ya evidentes, es necesario tener en cuenta también a la industria alimentaria.

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